Capítulo 9 - El Titán Fundador

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Historia se irguió, contemplando la capilla, jamás la había visto. Delante de ella había una gran puerta de madera, que la abrió un poco atemorizada. Era una iglesia normal, una multitud de sillones de madera delimitaban un pequeño camino, que conducía al altar. Historia se encaminó hacia él, observando en la trayectoria los rosetones que dejaban a la luna mostrarse. Una vez se ubicó en el altar, no vio ninguna puerta ni nada fuera de lo común, no hasta que se detuvo a inspeccionar el suelo. Había una alfombra mal retirada, permitiendo a Historia descubrir una trampilla. Todo estaba exageradamente silencioso. Ahí abajo está mi familia. No creo que sea bien recibida, ni tan solo creo que el resto aparte de mi padre sepa de mi existencia, pero debo afrontar la realidad, yo también pertenezco a la familia real.


Yo me críe en una pequeña granja al norte del Muro Sina, una dentro de las tierras de los Reiss; trabajé en ella desde que tengo consciencia. Mi mamá se llamaba Alma y siempre estaba leyendo bajo la copa de un árbol, nunca la vi trabajar en la casa. De noche, alguien la venía a buscar en carro y mi mamá iba a la ciudad muy elegante: esa era mi rutina. Cuando aprendí a leer y escribir, tomé un libro para imitar a mi mamá, y es cuando descubrí que me sentía sola. En todos los libros, los padres se interesaban por sus hijos, hablaban con ellos, los abrazaban y regañaban, pero yo nunca había experimentado nada de eso. Mi abuelo y mi abuela me hablaban cuando me enseñaban sobre el negocio familiar, pero nunca había tenido una conversación con mi madre. Un día, por curiosidad, decidí abrazarla, quería ver qué cara pondría. Pese a que únicamente me apartó violentamente, era la primera vez que me hacía algo. Me hizo muy feliz.

—Si tuviera suficiente valor para matarla...

Esas fueron las primeras palabras que me dijo mi mamá. A partir de entonces, mi mamá se fue a vivir a otro lugar. Hasta que llegó un día, cinco años atrás, en el que vi a mi papá por primera vez. Tenía el cabello corto y llevaba bigote.

—Es un placer verte, Historia —me dijo—. Soy Rod Reiss, tu padre.

Aquel hombre dio el nombre del dueño de aquellas tierras. Después de muchos años, vi a mi mamá asustada detrás de él.

—Historia, a partir de ahora vivirás en otro lugar —me dijo.

Era de noche y salimos al exterior de la casa. De repente, se aproximaron a nosotros unos hombres que vestían de negro, conocían a mi padre. Dos de ellos cogieron a mi madre, ella agonizaba.

—Tenemos un problema, señor Reiss —dijo uno. Este tenía una fina barba, acompañado de un sombrero que le cubría la cabeza. Vestía una una camisa blanca bajo un abrigo negro—. Preferiría no tener que hacer esto. ¿Por qué justo ahora?

—¡Yo no soy la madre de esta criatura, no tenemos ninguna relación! —repetía mi madre.

—Vaya, ¿es eso cierto señor Reiss? ¿De verdad no tiene relación ni con esta mujer ni con la niña?

—Qué remedio —dijo Rod—. Estas dos no tienen ninguna relación conmigo.

—Me lo imaginaba —acató el hombre con sombrero. Volvió hacia mi madre, sacando un cuchillo de su bolsillo—. Tú nunca exististe, nunca trabajaste en la mansión. Nadie sabe quién eres.

—¿Qué? Señor, esto no es lo que prometió. —Mi madre me miró a mí, horrorizada—. Si no te hubiera tenido...

Yo estaba delante de ella, viendo cómo aquel señor acercaba un cuchillo a su cuello. Tuvo una muerte rápida. Ella se quedó tumbada en el suelo, no paraba de manar sangre. Después de eso, el del sombrero lo repitió conmigo, se acercó con el cuchillo apuntándome.

—Espera —lo detuvo el dueño de esas tierras.

Justo antes de que me mataran mi papá hizo una propuesta. Pidió que me dejaran vivir si vivía lejos sin llamar la atención.

Shingeki No Kyojin: Sin la CaidaWhere stories live. Discover now