Capítulo 5 - Más allá de los muros

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El día llegó. Casi un centenar de soldados se ubicaron, encima de sus caballos, a las puertas del Muro María, en la entrada del aterrador mundo exterior. Erwin, delante de todos ellos, con una mirada seria, no apartó la mirada de la puerta de Shiganshina. Un montón de ciudadanos se reunieron a los alrededores, ojeando y despidiéndose de los soldados. Carla Jaeger también estaba entre ellos.

—¡Eren, vuelve con vida!

Eren no esperaba ver a su madre ahí, se alegró de que hubiera ido a despedirse. También había muchos niños pequeños, alzando su vista para poder ver a los soldados partir. A Eren le recordó al mismo día en el que la Legión llegó a Shiganshina, lo tenía forjado a fuego dentro de él. Él se vio reflejado en un niño moreno pequeño que le observaba con admiración, con la ilusión de alistarse para explorar el exterior. Eren los saludó con la mano, sonriendo también. Arriba del muro se encontraban varios soldados de las Tropas de Guarnición vigilando la posible aparición de titanes, ya que eso impediría una salida exitosa. Sus manos se agitaban, las colocó en su regazo para calmarlas. A su izquierda estaba Krista, también nerviosa.

—Eren, veo que estamos igual. Espero que volvamos sanos y salvos, va a ser la primera vez que veamos un titán en acción.

—Sí, yo también espero que volvamos ambos.

Antes de partir, Krista le sonrió y le tendió la mano a Eren para otorgarle buena suerte. Él accedió.


Cinco años atrás, justo después de que Grisha le explicara a Eren toda la verdad del mundo, Eren lo miraba aterrorizado. Era simplemente incapaz de interiorizar toda la información que le habían otorgado los libros escritos por su padre Grisha; no le pasaría lo mismo si tuviera una mentecobre. Eren permaneció inmóvil en su silla, callado pero horrorizado.

—Sé que es complicado de entenderlo —dijo su padre—. Agradezco que me hayas dejado explicar todo sin haberme interrumpido. Pero Eren, todavía tengo una última cosa que hacer, acompáñame. ¡Y recuerda que por el momento ni una palabra a nadie!

Grisha alzó la voz y Eren asintió, desconcertado. Grisha sabía que su hijo no lo había acabado de asimilar, a Eren le costaba creer la mentira en que le habían hecho vivir desde que nació. Grisha volvió a guardar los libros en el cajón secreto y, justo antes de salir del sótano, Eren se detuvo.

—Ya no sé si quiero matar titanes.

Grisha, conteniendo las lágrimas, cogió a su hijo del brazo y salió disparado hacia el exterior. Carla, que ya había preparado la mesa para comer, vio a los dos escapando por la puerta. No pudo frenarlos. Mikasa también estaba preocupada.

—¿Qué ha pasado? ¿Estaba llorando papá?

—Creo que sí —corroboró Carla—. ¿Qué le habrá enseñado realmente Grisha?

A gran velocidad, salieron del Distrito Shiganshina y se encaminaron hacia una montaña cercana. Eren lo frenó.

—¿Adónde me estás llevando? ¿No sería mejor aclarar un poco todo lo que me has dicho?

—Te he contado todo lo que necesitabas saber —afirmó su padre—. Ahora ya solo queda el último paso.

Eren descansó junto a Grisha en un árbol, intentando recuperar el aliento. Ambos observaron a lo lejos Shiganshina: habían recorrido varios kilómetros.

—Ya estamos lo suficientemente lejos, no nos verá nadie.

—¿Cuál es el verdadero motivo por el que me has traído aquí? Tan lejos de la ciudad... —se extrañó Eren—. Podíamos haber seguido hablando, y me podías haber explicado más cosas de tu antigua familia.

Shingeki No Kyojin: Sin la CaidaWhere stories live. Discover now