No te enamores tarde #1 ✔️

022

Luego de bajar del avión, nos dirigimos rápidamente a un hospital, no tardaron en atender a Bellamy y checarla, acompañada de Loukas. Le conté todo lo que paso con Antonella a Hakim y Helena, ellos igual me contaron lo que pasaron y de cómo Helena estuvo a punto de dispararle de nuevo a alguien, pero fallo.

—Ya te enseñare a usar un arma — Hakim le dice.

—No, no soy una criminal — Helena le da una mala mirada.

—Será en defensa propia, no siempre estaré yo para salvarte — Hakim le da otra mala mirada.

—Me sé defender sola — Helena, ataca.

—Aja — me meto.

Veo como Helena me da una mala mirada y Hakim esboza una sonrisa ladeada. En todo el trayecto del avión Heinz no me hablo, ni en el hospital, aunque se negaba a soltar mi mano entrelazada a la suya, no quería molestarle hablándole, su silencio lo decía todo, bueno, casi todo, no sabía si estaba molesto conmigo o no.

Después de todo, fue por mi culpa que acabáramos en Sicilia casi muertos. Ya me había disculpado con los otros y me han dicho que no tenia nada de que preocuparme, éramos la mafia, cosas como estás siempre iban a pasar y debíamos adaptarnos a ellos, y sí, tengo que adaptarme a ello.

Porque hemos vuelto al lugar de la guerra, hemos vuelto a New York, donde Vinicio se encuentra y debemos de acabar con la guerra lo más antes posible, antes que se vuelva ya algo mundial, por ahora solo es terrenal. Y no quiero meter a más personas en esto, se supone que soy la jefa de la mafia ¿no? Debo actuar como una.

Escucho como Heinz suelta un suspiro algo cansado y se pasa una mano por su cabello, desordenándolo más. Hemos llegado a la mansión, Loukas y Bellamy son los primeros en bajar, luego Hakim y Helena y de último Heinz y yo. Llegamos al mismo ambiente de antes, con varias seguridades alrededor de la casa.

Entro a la mansión y Loukas sube con Bellamy y Helena a la habitación de Loukas, para dejar a Bellamy y Helena se encargue de que tome los medicamentos que el doctor le dejo por unos días, mientras su pierna se mejora.

Solo Hakim, Heinz y yo nos quedamos parados en la entrada de la mansión. Heinz sigue serio, aunque está vez soltó mi mano quedando un poco lejos de mí —no lo entiendo—. Heinz le dice algo a Hakim con la mirada y este lo comprende, llama a uno de los de seguridad. Frunzo levemente el ceño viendo a los dos.

Heinz me mira serio, mientras Hakim me da media sonrisa esbozada —por lo menos alguien sabe seguir de buen humor—, sigo sin entender, sino es hasta que el guardia se acerca a nosotros con dos correas y dos perros, un negro y un albino, dos dóbérmanes.

Los perros están pequeños, las orejas las tienen caídas y están gorditos. Al dóberman negro tiene color café en sus patitas, mientras el albino es completamente blanco, igual de gordito con las orejas caídas. Emito un chillido, agachándome para llegar casi a su altura, mientras ellos corren a mí, al soltarlos de la correa.