35. Ese cosquilleo

Depuis le début
                                    

Nos acomodamos para tener una posición más cómoda para hacernos cosquillas. Tom estaba boca arriba y yo a su izquierda, de lado mirando hacia él. Me cogió la mano y estiró mi brazo derecho sobre su torso para tener una mejor accesibilidad con su mano derecha y hacerme mejor las cosquillas. Él dejó su brazo izquierdo apoyado sobre su pierna para que yo pudiera llegar con mi mano izquierda para hacerle cosquillas. Una lucha para encontrar la postura perfecta.

La verdad es que Tom, hacía las mejores cosquillas del mundo, no era de ese tipo de personas que aprovecha un despiste para dejar de hacer cosquillas. Aunque he de decir que, en algún momento de concentración de la película, mi ritmo disminuyó y comencé a hacerle las cosquillas más despacio.

— Yo las hago mejores. — dijo Tom con una sonrisa traviesa.

— De eso nada, mis cosquillas son las mejores. — dije orgullosa.

— Sabes que no. — dijo él sin borrar esa sonrisa de sus labios. Soltó mi brazo y dejó de hacerme cosquillas ahí para dirigirse a mi pierna y comenzar a hacer las cosquillas ahí.

Las yemas de sus dedos comenzaron a deslizarse sobre la piel desnuda de mis piernas debido al pantalón corto que llevaba. Con cada trazo que dibujaba sobre mis piernas, un escalofrío recorría mi cuerpo provocando que la piel se me erizase. Él se dio cuenta de esto y paso su brazo izquierdo por mis hombros acercando sus labios a mi oreja.

— ¿Ves cómo las mías son mejores, enana? - dijo con un susurro provocando que el aire que salía de sus labios rozara con mi cuello y con una sonrisa triunfante en su rostro se separó levemente de mí para ver mi cara.

En ese momento estaba paralizada entre sus brazos, mi cuerpo no respondía a mi llamada debido a la ola de calor que lo estaba recorriendo en ese momento, pero me arme de fuerzas para contraatacar. Si quería jugar, iba a tener juego. Estaba dispuesta a averiguar quién tenía más control sobre quien.

Como Tom había quitado su brazo instantes atrás para rodearme con él, me dejó una vista libre de su torso desnudo iluminado por los reflejos de la tele. Así que decidí que mi lienzo en blanco para trazar mis pinceladas de cosquillas sería su torso.

Comencé a trazar suaves movimientos con mis uñas por su torso y para provocar un efecto aún mayor, lo hice mientras no apartaba mi malvada mirada de la suya. Su piel se erizó, dándome la victoria que buscaba y él se mordió el labio mientras reía en señal de haber perdido.

Ninguno nos habíamos podido resistir al otro y eso dio paso a una batalla entre los dos. Sus dedos se deslizaron aún con más ganas si eso era posible por mis piernas, llegando a la parte interna de mis muslos. Mis dedos comenzaron a viajar por todo su torso llegando casi a la línea de sus pantalones.

Ese gesto de mi parte hizo que ambos instintivamente nos acercáramos cada vez más, teniendo nuestras frentes pegadas y sintiendo la respiración del otro. Tom apretó ferozmente la parte interna de mi muslo provocando un cosquilleo en mi intimidad, lo que me hizo soltar un gemido ahogado cerca de sus labios.

— No hagas eso Lena. — dijo Tom susurrando sobre mis labios.

— ¿El que? — dije con una sonrisa inocente.

— Hacerme perder el control. — dijo con la mirada oscurecida.

— No me hagas tú, perder el mío. — dije pegando aún más nuestros cuerpos si eso era posible.

En ese instante un susurro de África hablando en sueños nos hizo ser conscientes de donde estábamos y nos quedamos quietos para no llamar la atención. África siguió durmiendo tranquilamente y nosotros aun sin movernos nos reímos de la situación.

𝕀ℕ𝕋ℝ𝔼ℂℂ𝕀𝔸𝕋𝔼 •Damiano David•Où les histoires vivent. Découvrez maintenant