Capítulo 41

35 2 0
                                    

—¿Así que cuando planeaban darme la buena noticia?— le preguntó Elena a Augusto mientras arreglaban unos papeles del negocio.  

—¿Qué buena noticia?— preguntó riendo sin poder disimular.

—Vamos, Rose come todo lo que se le cruza, va al baño unas mil veces por día y sus pechos se hincharon. Además, están todo el día pegados los dos.

—Queríamos esperar unas semanas, pero sí, está embarazada.

Elena sonrió, estaba realmente contenta por sus amigos. Abrazó a Augusto y lo felicitó.

—¡Yo sabía que llegaría!

—Si, pero de todos modos, no es tan así— dijo con un tono un poco más serio—. Hace un año aproximadamente, fuimos a un médico para saber si había alguna razón por la que no teníamos hijos y sí, la había. A Rose le hicieron una pequeña operación.

—Pero, ¿por qué no me dijeron nada?— preguntó preocupada por la difícil situación que habían pasado.

—Recién había sucedido lo de tu padre— le explicó Augusto— y tú estabas como ida. De hecho, Rose quería esperar porque quería estar disponible para cualquier cosa que tu o los niños necesitaran.

Elena rio negando con la cabeza, Rose era la mujer más testaruda y leal que había conocido en su vida, y la adoraba por eso. Era la razón por la que la había elegido como madrina de Vincent siendo que apenas la conocía; pues desde el momento uno supo de su fortaleza y determinismo.

—Quiero que me muestres los papeles del tipo este de Francia— le pidió Augusto después de un rato.

—Mmm, no tengo papeles— le respondió Elena, nerviosa ante la mención de Clemont pues aún no había tomado una decisión al respecto y él volvería al día siguiente en busca de una respuesta más clara—. Sólo hemos hablado y negociado.

—Bueno, tengo que decírtelo— dijo irguiéndose en la silla—; no me da buena espina. De pronto viene y te ofrece el oro y el moro. Ni hablemos de su propuesta...

—¿Cómo lo sabes?— preguntó sorprendida.

—¿Tú crees que Magdi y Rose pueden guardar un secreto de ese tipo?— le preguntó divertido, aunque no dijo más al respecto porque sabía que guardaban un secreto mucho más grande.

—Debí imaginármelo— aceptó Elena—. No sé si aceptaré todavía, y no es como que él lo haya hecho oficial...

—Es por Mariano— dijo él rápidamente—, no trates de engañarte con otras excusas. Ahora que has vuelto a estar con Mariano, guardas la esperanza de que las cosas con él cambien.

Elena sintió un nudo en la garganta; ella sabía que su amigo tenía razón. Sabía que esperaba que Mariano le pidiera estar con ella y formar una familia juntos, pero también sabía que él no lo haría. O al menos no lo creía.

—No sé qué pensar, Gus— admitió en voz alta—. No necesitas que te diga lo que siento por Mariano, pero también sé que no es un hombre de compromisos y yo... yo necesito un hombre comprometido a mi lado, los niños lo merecen. Y sé que todos estos años mi pasatiempo ha sido rechazar hombres que querían casarse conmigo, pero desde que murió papá... me di cuenta que los niños necesitan un padre.

Augusto le tomó la mano y se la apretó en señal de apoyo. Entendía por lo que estaba pasando Elena, de hecho, esperaba desde hacía años que esto sucediera. Sabía que ella dejaría su orgullo de lado en algún momento y se daría cuenta que necesitaba un compañero a su lado.

—Tú sabes que aquí todos te apoyamos en lo que sea que decidas, como lo hemos hecho siempre.

—Mamá— la llamó Vincent.

La venganza de ElenaWhere stories live. Discover now