(33) En contra del sistema

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Capítulo XXXIII: En contra del sistema.

Nathan.













No puedo moverme, no sé dónde estoy. La oscuridad pura me rodea y me encuentro flotando sobre esta, ya no estoy en mi habitación del hospital y estoy empezando a creer que es otra de esas pesadillas.

Una corriente de brisa zarandea mi piel erizandola con su paso, no siento las extremidades y la atmósfera se vuelve tan sofocante que me cuesta respirar bien.

«frío...», hace años que no experimentaba esa sensación, ahora solo me siento expuesto y por alguna razón, débil. La garganta me arde y cada vez se vuelve más difícil poder respirar ya que al hacerlo me quema, me quiero aflojar la corbata pero al llevar mis manos a esta caigo en cuenta de que no tengo.

De hecho, no tengo un traje. Un espejo se forma delante de mí por arte de magia, mostrando mi imagen y recordándome cosas que duelen muy en el fondo de mi corazón.

La pijama de Hotwheels de cuando era niño es lo que tengo puesto, mi reflejo en el espejo se va haciendo más pequeño. Ya no es el tipo con músculos definidos con casi dos metros de altura y mirada helada, ahora es el niño que solía sonreír y divertirse con su familia.

Mi pecho se encoge ante tales recuerdos que jamás saldrán de mi memoria, aunque quisiera. Camino hasta él y a medida que me acerco sus ojos comienzan a perder vida, su expresión de niño se convierte en una gélida, ya dejó de sonreír y cuando toco el espejo un hilo de sangre se desliza desde el interior de su nariz.

—No... —se me escapa el susurro y todo desaparece tras el frío humo que se formó por mi cálido aliento.

Ahora sudo mucho y una neblina se comienza a formar a mi alrededor, me sumerjo en ella y siento que me asfixia hasta que desaparece y empiezo a caer a través de un agujero oscuro sin fondo.

Siento vértigo... otra vez esa sensación de debilidad. «¡¿Que me está pasando?!»

Mi grito hace eco por todo el lugar mientras no dejo de caer con el mal pensamiento de que moriré de esta forma, «es un sueño».

De repente todo se detiene, ahora estoy... ¡No, que alguien me despierte, joder!

—¡Despierta, niño! —le grito a mi yo de hace tantos años que yace dormido en la cama.

Salgo de la habitación como si fuese un títere al que mueven a su antojo, atravieso la pared como un fantasma y aparezco en la cocina. Mis padres... están vivos, una cálida sensación envuelve mi pecho y por un momento la felicidad se apodera de mí.

—Ya es hora de despertar a Nathan, estoy ansiosa porque vea su pastel.

—Papá, mamá —susurro, queriendo acercarme más, queriendo abrazarlos—. Abuelos...

No me escuchan, no saben de mi presencia y eso solo me causa impotencia. De un segundo a otro las luces se apagan y el silencio se hace presente en la cocina hasta que...

—Seguro es Natalia haciendo algunos de esos rituales eróticos que le da por hacer a medianoche —gruñe mi abuelo, con el genio descompuesto como siempre— esa mujer cayó en la locura...

—Si, papá... —dice mi madre, frotándose la sien.

—O hubo un cortocircuito en todo el hotel —habla mi padre

—Pero la luz de la sala aún sigue encendida, Derek.

Desaparezco de la cocina y unos hilos invisibles me mueven hasta la sala, me alerto al ver una silueta mediana encapuchada con un cuchillo en la mano.

LimerenciaWhere stories live. Discover now