(8) Enfermas Obsesiones

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Capítulo VIII: Enfermas obsesiones.

Lisa.










Me estremezco al sentirme incómoda en un espacio que no reconozco, un silencio escalofriante donde solo escucho un sonido metálico cuando me muevo. Los párpados me pesan, mi garganta está seca y siento grandes ganas de vomitar. Mi respiración se vuelve lenta y pesada, estoy sudada y con un poco de frío, creo que tengo fiebre. Intento secarme el sudor con la mano, pero algo en mi muñeca me lo impide.

Medio abro los ojos para ver lo que tengo en mi muñeca, no consigo divisarlo, veo todo borroso.

—Bebe —escucho una voz masculina que me produce un escalofrío.

Subo mi vista y veo la cara de... ¿mi padre? Sigo sin entender lo que pasa, me tranquiliza un poco saber que es mi padre el que está aquí conmigo.

—¿Por qué... me siento así? —pregunto.

—Bebe —siento que coloca un pitillo en mi boca, sin saber que me está dando le doy un sorbo a la bebida y suelto un jadeo al humectar mi garganta.

—¿Que... es esto? —no sabe mal, pero nunca había probado eso.

No contesta, solo siento el plástico del pitillo en la comisura de mis labios y, sin dudarlo, chupo el líquido.

—¿Donde... estamos? —pregunto y no recibo respuestas.

Pasa una hora hasta que recupero algo de energía e intento abrir los ojos, espero unos segundos hasta que mi vista se acostumbra a la poca luz. Me inundo de dudas preguntándome que me pasó y dónde diablos estoy.

No logro ver mucho por la oscuridad que me rodea, estoy en una cama demasiado grande. «esta no es mi cama», ¿donde demonios estoy? Intento sentarme pero algo en mis muñecas me lo impide, pruebo a zafarme pero solo escucho ruidos metálicos.

El metal frío rodea mis muñecas, al igual que mis tobillos. Estoy encadenada y sin capacidad de movimiento.

Ma belle dame —susurran en mi oreja y me sobresalto soltando un chillido.

Conozco esa voz.

Esas palabras.

Ese acento.

Ese perfume que estuvo impregnado en mí, el tacto prohibido que sintió mi piel. Los orgasmos, las embestidas y las chupadas; las mentiras, las traiciones y las desilusiones.

—Te dije que nadie te iba a librar de mí.

Lágrimas corren por mis mejillas, nunca debí acostarme con él. Debí de haberle pedido ayuda a Jade con la clase de francés, si hubiese sido así, no me encontraría aquí...

—Mía —siento su aliento en mi cuello, mis pelos se ponen de puntas— Desde que enterré mi verga en tu coño, justo en ese momento, supe que estabas enamorada de mí.

—¡Yo no estoy enamorada de usted...!

—Tu piel aún se eriza por mi tacto —inhala un mechón de mi cabello— nada ha cambiado.

Está enfermo. ¿Por qué no lo noté antes? Jade tiene razón, soy una estúpida.

—No me haga daño —suplico—, por favor...

—Nunca te haría daño, ma belle dame.

—Entonces sáqueme de aquí.

Afloja las cadenas y me permite sentarme en la cama, siento su mano en mi espalda y toma mi cabello y comienza a hacerle trenzas.

LimerenciaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang