XXXIII

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Cuatro años atrás.

Sintió el líquido recorrer rápidamente por sus mejillas, pero no le importó demasiado.

La sensación de las gotas de la lluvia golpeando fuertemente su piel era casi parte de su rutina. Su rostro, su cabello, su ropa, todo se mojó al permanecer en el suelo durante un largo tiempo. Giró su cuello y pudo observar las luces de los coches que pasaban afuera del callejón.

La habían estafado de nuevo, y en vez de darle los malditos somníferos, le habían dado una patada en el estómago.

Y no es como si le hubiera importado mucho, a ella no le importaban muchas cosas... Bueno, no le importaba nada en concreto. Y es que su rostro inexpresivo lo decía todo.

Miró al cielo, gris y deprimente, y pensó que tal vez el cielo estaba igual de amargado que ella. Las gotas dejaron de ser tan fuertes hasta que finalmente solo se convirtieron en una pequeña ventisca.

Ejerció fuerza y logró sentarse en el suelo del callejón después de soltar un suspiro que solo reflejaba lo cansada y aburrida que se sentía por dentro. Llevó una mano a su mejilla y la rasco levemente. Sus piernas tambalearon un poco al momento de levantarse, pero como siempre, ignoró aquel hecho por completo y solo se limitó a sacudir su corto y un poco ondulado cabello para que las gotas de agua comenzaran a salir más rápido. Había durando mucho tiempo en el suelo y se percató de ello en el momento en que sintió sus calcetines completamente mojados.

Pero nuevamente, hizo caso omiso.

Comenzó a preguntarse que tan difícil sería conseguir unos malditos somníferos sin que se enteraran los adultos. Y no es como si fuera ilegal aquella sustancia, pero lo que ella quería hacer con eso no era del todo bueno.

Sin tener idea de en dónde se encontraba, caminó vagamente por el callejón, su espalda doliendo en el proceso y finalmente miró las hermosas pero ruidosas calles de Seúl.

«Mucha gente» pensó.

Su mirada se detuvo por todo el lugar mientras identificaba el barrio en el que estaba y suspiró con fastidio al ver que se encontraba un poco lejos de su casa. Escabulló su mano en el bolsillo del abrigo verde opaco que originalmente era de su padre y se dio cuenta que no tenía ni una sola moneda consigo. No podía ir a la estación de buses, así que tendría que caminar a casa, genial.

Su mente daba vueltas y vueltas, tratando de recordar cómo había llegado a ese barrio, o lo que había hecho en la mañana o la semana anterior, realmente no lo recordaba, tenía graves problemas de memoria. O tal vez solo era su mente tratando de protegerla de recuerdos dolorosos.

Pero ya no eran dolorosos para ella, ahora solo estorbaban y quería deshacerse de eso. No estaba triste, tampoco enojada, más bien no sentía nada y eso la llevó a ser solo una muñeca sin expresiones.

Tan bonita por fuera, pero tan jodida por dentro.

Su mente voló al punto en el que no se percató que le habían lanzado una mochila en la cara.

Dio un brinco en su lugar cuando sintió-lo que pareció ser un cuaderno- le golpeaba la cara. Llevó rápidamente su larga y delgada mano a su nariz, sintiendo un pequeño ardor que rápidamente se calmó al buscar alguna explicación de lo que acababa de suceder.

La mochila había salido de las manos de un chico, quien ignoró el hecho de haberle pegado en la cara a la ojiazul y con una gran agilidad saltó en el rostro de otro chico, proporcionándole una patada en el rostro.

Ella hizo una mueca sintiendo el dolor ajeno.

Sus orbes observaron la habilidad con la que el chico peleaba con lo que parecía ser una manada de ogros de preparatoria. El chico era rubio, delgado y bastante alto.

GLAMOUR © [Kousuke Hirahara] 𠅤Where stories live. Discover now