XXXII

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Sabía que era una pesadilla, y quiso salir de ahí apenas estuvo consciente.

Abrió los ojos y al ver que se encontraba en la sala de su casa su respiración volvió a la normalidad. La inexpresión en su rostro era producto de haber soñado con pesadillas durante muchos años, pero ahora, a sus casi veinte años, aquellas pesadillas no eran nada más que eso, simples pesadillas.

Puso su antebrazo en su rostro un tanto pensativa, hace tiempo que no tenía pesadillas, pero no les iba a prestar mucha atención, así que simplemente decidió levantarse del sofá en el que se había quedado dormida y caminó hacia su habitación, recordando al castaño que descansaba tranquilamente. Estaba un poco cansada, ya que se despertaba cada media hora para controlar su fiebre.

Se acercó a él y quitó los pañitos que ahora estaban fríos, y fue a la cocina a mojarlos de nuevo. Una vez estaban húmedos a la temperatura adecuada, volvió a su habitación y se sentó en la silla que había puesto a un lado de Kousuke. Apartó algunos mechones de su frente y puso los pañitos con cuidado, el castaño se removió un poco entre las sábanas, apretando los labios. La chica acercó su mano a su cuello para tocarlo y ver si la temperatura ya había bajado sin necesidad de usar el termómetro, pues no quería despertarlo y efectivamente, Kousuke ya no tenía fiebre.

Sus hermosos orbes azules se quedaron perdidos observando el rostro del castaño. Kousuke era lindo, no, lindo es muy poco, Kousuke era bellísimo y ella estaba muy consciente de eso; por un momento la idea de que el fuera uno de sus modelos pasó por su mente como una estrella fugaz, pero solo era eso, un pensamiento fugaz que se desvaneció rápidamente.

Al pensar en la mañana, decidió ir a comprar algo de comida para poder hacerle a Kousuke. Ella no sabía cocinar absolutamente nada, pero haría su mayor esfuerzo, así que salió de la residencia lo más rápido que pudo, pues no quería dejar a Kousuke tanto tiempo solo y bajó las escaleras en busca de la salida, hasta que vio al hermoso coche rojo que le coqueteaba desde lejos, y ella como buena niña se acercó.

—Hola—dijo con una mezcla de picardía y burla—nos encontramos de nuevo, mi querido amigo lujoso.

Sus ojos brillaron al ver el coche tan reluciente como su dueño. Ella definitivamente quería un coche así.

Y ahí fue cuando se olvidó que tenía a un enfermo en casa. Pero también su mente hizo un gran «clic» y pareció darse cuenta de que estaba en una situación muy mala.

Literalmente había sacado a su jefe medio muerto, lo había cargado hasta el estacionamiento y ahí había conducido en su auto. Para ella había sido una obra de caridad, pero muy seguramente un secuestro para los guardias de seguridad.

Estaba en problemas. Y todo había quedado grabado.

—¡Puta madre!—exclamó, haciendo una pose extraña y se recostó en el coche—todo quedó grabado... Estoy jodida—se quejó—¿tú que piensas de mi situación? ¿Me llevarán presa?—le preguntó al coche, como si este le fuera a contestar.

Según Jae, el coche rojo tenía pinta de que si fuera humano, se llevarían muy bien.

—Te voy a poner un nombre—dijo olvidando su preocupación y el cansancio que tenía estaba normalizando las relaciones amistosas entre humanos y coches. Dejó de recostarse y caminó para quedar frente a la nave—tienes cara de ser el rayo McQueen... O Jack. Mejor Jack McQueen—se decidió y al segundo se golpeó la cara, tratando de mantenerse despierta, definitivamente si tenía sueño se volvía un poquito estúpida—nos vemos luego, mi querido Jack McQueen—comenzó a caminar hacia la salida—kukchau—imitó al dibujo animado.

 Mejor Jack McQueen—se decidió y al segundo se golpeó la cara, tratando de mantenerse despierta, definitivamente si tenía sueño se volvía un poquito estúpida—nos vemos luego, mi querido Jack McQueen—comenzó a caminar hacia la salida—kukchau—imitó ...

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—Es mejor el de pollo, ¿verdad?—le preguntó a la chica que trabajaba en la tienda muestras le mostraba los fideos instantáneos.

—Sí—le respondió ella amablemente—pero te recomiendo los de esa marca, es mejor para los resfriados—señaló un estante y Jae asintió agradecida mientras caminaba hacia el. Decidió comprar algunas cosas más como frutas y verduras. Pagó en efectivo y la campanita de la puerta sonó al ella salir del lugar.

Miró su reloj y ya eran cerca de las cuatro de la mañana, hacia muchísimo frío y al parecer las nubes no querían darle paso al amanecer. Las calles estaban vacías y habían algunos animalitos buscando refugio por la tempestad que vendría dentro de algunas horas. Respiró hondo, sintiendo como sus pulmones eran congelados por el aire frío y el olor a lluvia se sentía muy bien. Estar ahí, en la calle, sola, le trajo buenos recuerdos de su adolescencia, como cuando escapaba de casa y dejaba que sus pies la guiaran por la hermosa ciudad de Seúl hasta altas horas de la noche, se sintió en paz por un momento, pero su felicidad no duró demasiado cuando sus pies se detuvieron en seco, su corazón dolió, su pecho se apretó y su respiración se cortó.

La bolsa de plástico cayó al suelo en el momento en que la mano de la chica comenzó a temblar levemente.

Sus ojos estaban fijos en el otro andén, comenzó a sentirse mal, quería salir de ahí, no podía seguir ahí, sabía que si seguía mirando iba a enfermar de nuevo. Pero sus ojos no se apartaban del lugar, dentro de sí quería recordar de nuevo ese rostro que había olvidado con el tiempo, quería mantenerlo en su corazón. Sabía que era un ciclo enfermizo y que el pensar en ello solo la haría recaer de nuevo en la desesperación. No lo dudó dos veces y agarró de nuevo la bolsa para cruzar la calle sin ningún cuidado.

Su pecho se apretó de nuevo.

No iba a ese lugar desde hace tres largos e infernales años y aunque todo dentro de ella dolía como si estuviera pasando otra vez, su expresión se mantuvo seria. Su mano, que ahora estaba fría y temblorosa, se levantó y tocó delicadamente el ventanal.

—¿Jae? ¿Eres tú?—dijo una mujer de avanzada edad después de abrir la puerta.

La fémina se congeló en su lugar sin saber muy bien que hacer. Había olvidado que el lugar estaba abierto las veinticuatro horas. Se giró lentamente, sin saber cómo reaccionar y mucho menos saber que decirle.

—Por Dios, linda—dijo la mujer mientras la miraba con nostalgia—cuanto tiempo—limpió sus manos en su delantal—ven, entra.

No la había visto en tres años y se sentía bien escuchar su dulce voz, la mujer había sido como una madre para ella.

Y sin pensarlo dos veces, le siguió el paso con melancolía.

Y sin pensarlo dos veces, le siguió el paso con melancolía

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He vuelto.

Al parecer Kousuke me contagió. Sí, estoy enferma y muy cansada, pero quise subirles algo aunque sea así de corto. Les prometo que se vienen cosas interesantes.

Hagan sus teorías.

—Kill.

GLAMOUR © [Kousuke Hirahara] 𠅤Where stories live. Discover now