Capítulo 5 - Más allá de los muros

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—Una imagen vale más que mil palabras, prefiero que lo veas tú mismo. Es muy posible que olvides esta conversación una vez te hayas convertido en titán, pero algún día lo recordarás. Quiero que sepas que te quiero, Eren.

Grisha se introdujo la mano en el bolsillo y, observando a su hijo detenidamente, sacó una jeringuilla. Eren al ver eso se acobardó, retrocediendo unos pasos.

—Papá, no irás a hacer eso, ¿verdad? Ahora entiendo lo de que te quede poco tiempo, ¡pero todavía es muy pronto para mí! ¡No estoy preparado!

Grisha, desesperado, se lanzó hacia Eren y con la aguja introducida en su brazo, exclamó:

—¡Eren, si este es el mundo que tú deseas, consíguelo y sálvanos a todos! ¡Pon un fin a esto de una vez por todas!


Eren se quedó quieto. Paralizado. Detenido. Como el tiempo. Como si hubieran pasado años en un instante. Acababa de recordar algunos recuerdos que vagaban en su mente.

—¿Eren? Ya puedes soltarme la mano.

Eren asintió asustado. No entendía nada de lo que acaba de ocurrir.

—¡No hay titanes cerca, podéis salir tranquilos! —aseguró Hannes, que descendía de lo alto del muro para avisarlos—. ¡En treinta segundos abrimos la muralla!

Erwin lo oyó y asintió. Él estaba muy impaciente, tenía la esperanza de que después de tantas expediciones, esta sí tuviera un gran resultado beneficioso para la humanidad. La misión era intentar crear una base fuera de las murallas, que siempre había sido un fracaso ya que se retiraban antes de llegar a un lugar idóneo. Aun así, Erwin confiaba, extrañamente, en que esta expedición sería diferente a las anteriores. Finalmente, la puerta se empezó a abrir. 

—¡Da comienzo la Expedición Nº57 más allá de los muros! —gritó Erwin—. ¡Muéstrenme ahora los resultados de sus entrenamientos! ¡Avancen!

El suelo empezó a retumbar y los caballos abandonaron la puerta de Shiganshina, quedó vacía. Eren quería sentir felicidad por estar finalmente fuera de las murallas, pero acababa de recordar ciertas cosas que lo atormentaban; algo raro sucedió. Delante de todo los lideraba Erwin Smith, acompañándolo los líderes de Escuadrón: Hange, Mike, Levi y Dirk. Todo el resto les seguía detrás, preparados para poner en práctica la estrategia. Nada más salir, por el flanco izquierdo emergieron algunos titanes de la nada: no llegaban a los siete metros.

—¡No retrocedan! —ordenó Erwin—. ¡Intenten esquivarlos, hay que intentar alejarse de la muralla sin tener que matar titanes!

El titán se fue acercando a la formación, iba a por Krista. Ymir también estaba en el lado izquierdo, pero cercana al centro. Vio al titán acercarse a Krista.

—¡Krista! ¡Vigila!

El titán, muy cerca de Krista, aproximó violentamente su mano hacia el caballo. Todavía les separaban varios metros de distancia, por lo que Krista, dio un giro a la derecha con su caballo, respondiendo este con un respingo y escapando de la mano titánica. El titán cayó de la inercia. Krista devolvió la mirada a Ymir.

—¡Yo controlo esto, no te preocupes!

La raza de caballos encomendados a la Legión era de una especie mejorada, con una altura de unos 160 cm y un peso alrededor a los 500 kg. Estos alcanzaban una velocidad máxima de 80 km/h y podían corren grandes distancias sin cansarse. No entraban en pánico al entrar en contacto con los titanes.

—¡Avancen! —continuó Erwin—. Ya nos hemos alejado bastante del muro. Desde este punto, ¡prepárense para entrar en formación!

Una vez Erwin dio la orden, todos los caballos comenzaron a dispersarse al unísono: entró en juego formación de exploración a larga distancia. 

Shingeki No Kyojin: Sin la CaidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora