Capítulo 8. ¿Una copa?

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Sandra abrió la puerta del ático. Estaba todo oscuro, obviamente, no estaban las luces dadas. Sólo se podían diferenciar las ventanas, ya que la luz de la luna entraba por ellas. 

Le dió a un interruptor que tenía a su izquierda y se hizo la luz, aunque casi me quedo ciega. Todos los muebles eran blancos, era como una especie de loft. Sin paredes. Desde la puerta veía la cocina, el salon, su cama... Y una puerta que supongo que será el baño.

- ¿Le has dicho a tu madre lo que te he dicho?- Me pregunta mientras se quita la chaqueta y la cuelga en el perchero.

- Si si, le he mandado un mensaje y sin problema...

- ¿Quieres una copa? Tengo un vino buenísimo, esperaba abrir la botella conalguien especial... Ponte comoda que voy a buscarla.

Me quité la chaqueta y la colgué al lado de la de Sandra, hice lo mismo con la bandolera, 'otra experiencia más pequeña' le dije para mis adentros. Me peiné un poco el flequillo y me estiré el moño, 'esperemos que no queden bollos...de bollos va la cosa'. Eché un vistazo al Atico, tenía terraza. Siempre he querido tener un apartamento con terraza, aunque éste no era mío, pero al menos estaba en uno.

Divisé un sofá blanco, con un par de cojines en forma de almohada. Me acerqué a el y me senté. Tenía delante una televisión encima de una chimenea eléctrica, con una pantalla que tenía llamas moviéndose. Todo muy normal, si. 

Sandra se estaba acercando hacia mi con una copa de vino en la mano.

- ¿Te gusta el moscato?- mre preguntó mientras me ofrecía la copa.

- Pues la verdad, no sé mucho de vinos...-al coger la copa nuestros dedos se rozaron, y un escalofrio recorrió mi cuerpo, haciendo que cerrara los ojos.

- ¿Estas bien?- tenía cara de preocupación, no era para tanto. Las personas normales cerramos los ojos ¿no?

- Si tranquila, solo ha sido un escalofrío...

Nada más decir esto Sandra se levantó y se digirió a la televisión de llamas, le dió a un botón y empezó a emitir calor, ¿De dónde narices salía eso? Se volvió a sentar a mi lado en el sofá, en una postura muy típica de película. Tenía el codo apoyado en el respaldo y su cabeza en la mano, mientras me miraba. Yo intentaba apartar mis ojos de los suyos, pero siempre terminaban coincidiendo. ¿Dónde voy a mirar? Buscando un lugar donde desviar mi mirada observé una pequeña y casi imperceptible marca de nacimiento en su cuello, casi en la nuca.

- Que bonito...-susurré.

- ¿Cual?- me preguntó ella mirando a su alrededor

- Tu cuello, esa marca... - Le dije sin dejar de mirarle el cuello, me quede completamente idiotizada.

Bebí de la copa. Era un vino blanco, parecido al lambrusco, así como con burbujas, pero un sabor mucho más fresco y afrutado, a penas sabía a vino... Me terminé bebiendo la copa entera.

- Había sed ¿Eh?- me dijo ella riéndose casi a carcajadas.

- Bueno, algo si...- le respondí con una sonrisa. Dejé la copa en la mesa de cristal que había entre el sofá y la televisión-estufa.

Sandra se levantó y fue a por la botella, cuando la trajo sirvió más en mi copa y se sentó, aún más cerca de mí.

- Quieres emborracharme ¿O qué?

- Espero que no me haga falta- me susurró mientras me comenzaba a acariciar la rodilla y el muslo. Me puse rígida y miré la mano de Sandra mientras subía por mi pierna... 'No, no, no' Pensaba, pero por otra parte tenía el 'Si, si, si...' 

- No te va a...- Sandra me besó. 'Ay joder, que bien besa esta mujer'. Dejó su copa en la mesa, al lado de la mía, y se reclinó sobre mi. No sabía dónde poner las manos. No paraba de besarme. Su lengua jugaba con la mía, con mis labios, con mi cuello.

Se sentó a orcajadas sobre mí, y se hizo una coleta, mientras yo acariciaba sus caderas por debajo de su blusa. Su piel era suave y el aroma que desprendía era embriagador. Se terminó de hacer  la coleta y me agarró la cara y me besó, era violento, pero agradable. Necesitaba esto, con ella, lo necesitaba. 

Mis manos pasaron a sus pechos, masageándolos con delicadeza, pero buscaban más. Pasé las manos por detrás de ella y le desaté el sujetador. Volví a acariciárselas, la palma de mi mano con sus pechos desnudos, unos pezones duros a los que no me pude resistir a pellizcar.

- Ay, que duele...-Me dijo al oído. Le volví a pellizcar y ella gimió en mi oído. Una sensación placentera, sentir su aliento en mi cuello, su respiración acelerada y su sabor en mi boca. Le empecé a desabrochar los botones de la camisa -Nunca unos segundos se me han echo tan largos- y le quité el sujetador por los brazos. Tenía unos pechos preciosos, firmes en punta y pálidos, como  toda ella. 

Acaricié su cuello, y fui bajando hasta sus caderas, presionándolas sobre mí. Sandra apoyó los brazos en el respaldo del sofá, a los lados de mi cabeza y me siguió besando mientras movía sus caderas contra las mías.

Su respiración se aceleraba al mismo tiempo que la mía. Acercó sus manos a mi cuello con una me acariciaba la cara, con la otra el cuello. Cogí sus piernas y las enrosqúe en mi cadera. Me intenté levantar con su peso y con el mío, no sé como, pero lo conseguí. La llevé hasta su cama que estaba continua al salón, como ya os dije, no tenía paredes, y la lancé sobre la cama. Su cuerpo rebotó, en su cara de dibujó una sonrisa, pero no una sonrisa cualquiera, esa sonrisa me transmitió ilusión.

Alexandra.Where stories live. Discover now