☽ Capítulo 27 ☾

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Debería esperar a Moon, o a alguno de los demás. Voy armado, pero sin la habilidad para manejar la espada no sé qué tanto podré hacer. La goma de mis botas suena como una explosión atómica en todos y cada uno de mis pasos a pesar de lo mucho que me esmero por ser sigiloso, y el sudor se me escurre por las sienes una vez me encuentro ante la altísima puerta del templo. Entonces, huelo sangre. Su hedor ferroso se incrusta entre mis ojos y me perfora los sesos. Retrocedo amedrentado, ocultando mi nariz tras la manga de mi gabardina. Mierda, mierda, no quiero entrar, no quiero saber lo que hay del otro lado...

Hazel... ven... quiero hablar contigo...

Un escalofrío me deja aterido. Esa... es la voz de Seth. Tan clara y viva que mi alma se retuerce de anhelo, pero llora al mismo tiempo. Ese sujeto que está invitándome a entrar, probablemente a una trampa mortal, no es mi alfa. La voz vuelve a canturrear desde el interior, más suave, dulce y embaucadora.

Mi amor... ¿no quieres estar cerca de mí? Me lastimas...

—¿Qué quieres? Cabrón, dime qué demonios quieres de nosotros —espeto, tan desmoralizado que mi brazo pierde fuerzas y la punta de Dreaghan rebota contra el suelo con un chirrido.

—Entra y te daré una pista.

Agito la cabeza de un lado al otro, levantando a Dreaghan abruptamente cuando la puerta se destraba y abre perezosamente hasta que el santuario se revela ante mis ojos. Mi cuerpo tiembla tanto que no logro mantener firme la espada.

Primero veo la efigie de Cerbero. Una línea dibujada con sangre gotea fresca en la zona del vientre, dando la impresión de encontrarse cercenado. Las velas a su alrededor lo alumbran desde todos los ángulos, creando sombras tenebrosas sobre su rostro... y sobre el cuerpo tirado a sus pies.

Suelto una exclamación muda.

La mujer gimotea algo, pero el mínimo esfuerzo de hablar hace saltar un chorro de sangre del profundo corte en su garganta. Olvido por completo mi propia seguridad y corro junto a ella. Si aún está viva, no todo está perdido. El puñetazo psicológico me lo llevo cuando presiono mis manos contra la herida para transmitirle mi energía vital, pero ningún prana me responde desde su cuerpo. Murió en ese minúsculo instante en el que me arrodillé a su lado para curar la incisión. La cara contraída de la mujer pierde tono y color, adquiriendo en su lugar la paz mortuoria. Siento mi propio corazón marchitarse junto al de ella. La reconozco... es la alfa que le estuvo coqueteando a Kuro en la playa.

Incapaz de continuar observándola, alzo el mentón hacia Cerbero. No sería tan irrisorio creer que él también está muerto. A fin de cuentas, nunca me había sentido tan lejos de Dios.

Un crujido a mis espaldas me sobresalta; esgrimo a Dreaghan y me giro para atacar y defenderme, pero encuentro el rostro de Seth a centímetros del mío y el cuerpo se me paraliza con un espanto helado.

—El pájaro rompe el cascarón —recita. Me olvido de cómo respirar y no estoy seguro de querer volver a hacerlo—. El cascarón es el mundo. Quien quiera nacer, tiene que destruir un mundo¹.

Grito, blandiendo la espada hacia adelante. Seth me detiene con una facilidad casi graciosa, cerrando su puño alrededor de mi muñeca hasta que cruje horrorosamente. Suelto otro alarido, esta vez por el dolor en la articulación hecha polvo, lo que parece agradar en demasía a Seth. Me sonríe jocosamente, enseñándome los hermosos colmillos blancos que tanto adoré.

—El pájaro vuela hacia Dios —dice y del mismo agarre me avienta con una violencia impresionante hacia el ventanal.

Tanto los cristales como la madera entre ellos estallan por el impacto, decantando una lluvia de escombros peligrosos sobre mí una vez aterrizo de espaldas en el pavimento del exterior. La espada vuela poco más allá, pero queda fuera de mi alcance y solo puedo retorcerme cuando Seth me agarra de la camiseta y levanta hasta que mis pies se separan del suelo.

EXTINCTION【Libro I】|Disponible en físico|Where stories live. Discover now