14. Patineta

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Laura

Estaba agotada, el día anterior había tenido demasiado trabajo y Omar no paraba de insistir en que quería salir, ese día Iker no estaba y sentí horrible decirle que no a mi hijo pero el cansancio me superaba, Omar hizo un berrinche y se encerró en su habitación y yo en la mía, cerré los ojos y quedé dormida unos minutos hasta que a las 12 de la mañana tocaron la puerta, algo malhumorada fui a abrir.

—¿Estás bien? —Diego estaba parado en la puerta y me miró con aspecto preocupado, sentí un poco de vergüenza, seguro tenía aspecto de zombie.

Intenté arreglar mi cabello pero posiblemente no lo logré —Si, es solo cansancio acumulado.

Y entonces me abrazó, desde la noche en la que nos emborrachamos no nos habíamos visto, lo dejé abrazarme porque amaba que lo hiciera, de alguna forma entre sus brazos era el único lugar en el que me sentía completamente feliz y segura.

Pasados unos segundos se separó de mí, tomó aire y noté que estaba ligeramente nervioso —Lau, tal vez esto te parezca raro y entendería perfectamente si me dijeras que no pero me gustaría saber si está Omar.

—¿Omar? —Pregunté algo sorprendida.

—¡Una patineta! —Exclamó Omar a mis espaldas, no fue hasta ese momento que me di cuenta de que Diego cargaba una patineta con un gran moño rojo.

Alterné la mirada entre los dos y Diego habló —Lo que te iba a decir era si confiarías en que Omar pase el día de hoy un tiempo conmigo, podría enseñarlo a usar la patineta, luego lo llevo a comer y a la hora que tú digas lo traigo de regreso.

Negarle a Diego pasar un tiempo con Omar era literalmente negarle estar con su hijo, no podía hacer eso —De acuerdo.

Ambos brincaron de emoción, —Eres la mejor —Me dijeron al unísono y luego rieron.

—Es alérgico a las almendras y no le gusta la pizza —Le dije a Diego volviendo el ambiente un poco serio, él sonrió traviesamente.

—Igual que yo —Dijo sin eliminar esa sonrisa, por unos segundos me pregunté si eso fue una indirecta y él tal vez ya sabía que Omar es su... pero no, no había forma de que se hubiera enterado así que descarté esa idea rápidamente.

Diego

—¿Una vez más? —Le pregunté a Omar después de que se cayó otra vez de la patineta.

Bufó y se tiró al suelo —No me va a salir —Hizo un puchero —Me rindo.

Me senté a su lado, no podía permitir que mi hijo se rindiera ante nada—¿De verdad estás dándote por vencido? —Asintió —Cuando quieras rendirte recuerda la meta que te motivó a comenzar lo que sea que estés haciendo.

—Aprender a andar en patineta —Dijo.

—Exacto— Me puse de pie —Si te rindes ahora, jamás sabrás si el próximo intento será el que funcionará.

Lo pensó un poco —¿Crees que me va a salir?

—Tal vez no en este intento o en el siguiente, pero estoy seguro de que siempre te va a salir lo que sea que te propongas, solo no te rindas nunca, ¿De acuerdo?

Lo pensó un poco y luego esbozó una sonrisa —De acuerdo.

Le ajusté las rodilleras y su casco —Recuerda, flexiona las rodillas y...

—Sí, ya sé —Dijo, entonces se impulsó un poco y cuando me di cuenta, ya era todo un experto.

—¡Cuidado! —Exclamé cuando se dirigía a un tope —¡Tienes que pisar la parte de atrás para saltar! —Sentí vértigo, corrí hacia él, y el mundo pareció ir en cámara lenta cuando Omar piso la parte de atrás de la patineta consiguiendo que esta se elevara antes del tope y saltó sobre ella una vez que el tope quedó atrás, quedé sorprendido.

El Secreto de mi VecinaWhere stories live. Discover now