3. Palomitas

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Volví a mi casa, a pesar de que habían pasado 10 años, todo seguía igual, me asomé por la ventana de mi habitación, la acogedora casa frente a la mía también seguía igual, era como si nada hubiera cambiado.

El cielo empezó a nublarse y pronto empezó a llover, mi mamá regresó al hospital porque tenía que firmar unos documentos, yo no quise volver, así que ella no muy convencida me dejó solo en casa.

Se me antojó ver una película, así que fui por un paquete de maíz para hacer palomitas, lo metí al microondas y justo cuando lo prendí, se fue la luz, fue entonces que tuve una gran idea, me asomé y tal y como lo predije, la luz de la casa de enfrente estaba prendida, tomé un paraguas, atravesé la calle y toque el timbre de la casa.

No pasó mucho tiempo para que una chica abriera, la reconocí inmediatamente, era la que estaba en el hospital, al verme, noté que su sonrisa se desvaneció, sus ojos adoptaron un toque nostálgico y su vista se clavó en mi pecho, me tomé mi tiempo para observarla.

Su pelo castaño llegaba hasta un poco más abajo de sus hombros, su piel era blanca aunque un poco bronceada, iba vestida con unos shorts rosas como de pijama y una playera blanca holgada, se veía adorable, ella seguía inmóvil, entonces hablé —Quiero palomitas.

Subió su vista sonriendo, pero sus ojos aún no perdían ese toque nostálgico que no logré descifrar, se me quedó viendo y supe que quería una explicación —Se fue la luz en mi casa, quería ver si puedo usar tu microondas —Dije mostrándole el paquete de maíz.

Ella asintió y se hizo a un lado, jamás había estado dentro de su casa pero por alguna extraña razón supe dónde estaba la cocina —Soy Diego.

—Lo sé.

Esa fue la primera vez que la escuché hablar, pero su voz prendió algo dentro de mí, sentí como si tuviera un recuerdo delante de mí, pero no lograba descifrar de qué se trataba —¿Nos conocemos? —Di un paso hacia ella y ella uno hacia atrás, entonces su espalda chocó contra la pared, me di cuenta de que la estaba poniendo nerviosa así que me alejé y adopté una postura más relajada —.Perdón si no te recuerdo, es que suena loco pero estuve en coma 10 años y además no recuerdo nada de los últimos 4 antes de eso, creo que es un tipo de amnesia.

Ella sonrió —Está bien, solo hablamos un par de veces, eso es todo —Dijo pero sus ojos aún no perdían ese brillo que no entendía, entonces el ruido del microondas terminó con el momento —Ya están tus palomitas— Cabizbaja pasó a mi lado y abrió el microondas.

Tomó el paquete y sirvió el contenido en un tazón, luego puso un mechón de pelo detrás de su oreja y vi algo que llamó mi atención —Tienes una rosa detrás de la oreja.

Se puso nerviosa, inmediatamente tapó el tatuaje con su cabello, le dediqué mi mejor sonrisa y subí la manga de mi camisa dejando al descubierto mi brazo —Mira, yo tengo la daga, no recuerdo habérmelo hecho, pero me gusta— Ella tenía la mirada perdida en aquél dibujo sobre mi piel —¿Te gusta?.

Con su delicada mano tocó mi piel, sentí una agradable calidez cuando lo hizo —¿De verdad no recuerdas nada? —Dijo sin subir su vista.

—Nada de nada.

Siguió observando el tatuaje, entonces mientras ella lo hacía, observé a mi alrededor, su casa era acogedora y la verdad me gustaba más la sensación de estar ahí a estar en mi casa, habían unas escaleras que conducían a un segundo piso, y un mueble donde había una foto en la que se encontraban ella y otro chico que tenía una playera blanca y su brazo lleno de tatuajes, él la estaba abrazando y ambos sonreían.

—¿Es tu novio? —Pregunté mirando la foto.

Tartamudeó un poco y finalmente respondió —Algo así.

Auch. Eso dolió y ni siquiera sé por qué. Ella se encontraba con la mirada perdida y no pude resistir el impulso de tomar su barbilla y girar su rostro hacia el mío, ella no se quejó ni se quitó, solo se quedó quieta, la miré directo a los ojos, sentía que si me quedaba así un segundo más recordaría algo importante, entonces el sonido de la puerta abriéndose nos hizo separar —¡Ya llegué, ma!.

Un pequeño chico entró en la cocina —¿Es tu hijo? —Le pregunté.

—Si —Respondió —Omar, él es Diego —Dijo viendo al chico —Diego, él es Omar.

Nos saludamos con un movimiento de cabeza —Tienes que ordenar tu habitación —Dijo ella, Omar asintió y subió las escaleras.

—Cuando crezca seguro será todo un rompecorazones —Dije, ella rio.

—¿Rompecorazones? —Por primera vez en la noche su voz sonó alegre —¿Por qué no mejor dices que será inteligente?

Reí pero sus palabras me resultaron familiares —Será un chico guapo e inteligente —Afirmé.

—Igual que su padre —Dijo ella.

Percibí que el tema del padre de aquél chico era algo delicado así que opte por irme.

—Gracias por las palomitas Lau, ya me voy — Noté que sus ojos se abrieron como platos —¿Dije algo malo?

—Nunca te dije mi nombre.

Entonces me di cuenta de algo, ella no me lo había dicho pero yo lo sabía, al igual que sabía que su cuarto era la tercera puerta del segundo piso y que... tal vez en otra vida llegué a ¿Quererla?.

—Nos conocíamos, ¿Verdad?

—Si —Dijo —Pero como ya te lo mencioné, solo hablamos un par de veces, nada importante— Soltó una risa nerviosa.

—Bueno... —No estaba muy convencido —Me voy antes de que mi madre vuelva.

—Es una buena idea, ¿Puedes hacerme un favor?.

—Lo que sea.

—No le digas a tu madre que estuviste aquí.

—¿Por?.

—¡Solo no lo hagas! —Habló rápidamente —Por favor.

—De acuerdo — Le dediqué una sonrisa de lado y salí de su casa.

¿Quién iba a decírmelo?, Fui buscando palomitas y volví con palomitas y un extraño sentimiento que no lograría descifrar hasta que fuera demasiado tarde...

El Secreto de mi VecinaWhere stories live. Discover now