8. Anillos

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A medida que los días pasaban mi frustración crecía cada vez más, necesitaba saber para quién era el anillo o si quiera si yo iba a dárselo a alguien, por eso lo llevaba siempre conmigo, tenía la esperanza de que en algún momento metería la mano en el bolsillo de mi pantalón o chamarra y al sentir el anillo, recordaría por qué lo tenía. También contemplé la posibilidad de que tal vez alguien me lo haya dado para que lo guarde, lo cual me parecía poco probable, pero recordaba como era yo hace años, así que se me hacía todavía más improbable creer que yo le pediría matrimonio a alguien.

Recuerdo que una tarde estaba leyendo junto a mi ventana cuando de pronto oí un carro, me asomé y se me revolvió el estómago al ver que había un carro blanco que tenía el logotipo de una agencia de planeación de bodas estacionado frente a la casa de Lau, después de aquél momento que tuvimos en su habitación, no la pude sacar de mis pensamientos un solo segundo, para ese entonces ya sabía que había pasado algo entre nosotros, y no precisamente lo que Iker dijo, así que al ver ese carro estacionado frente a su casa, decidí hacerle una agradable visita.

Me arregle un poco y toqué la puerta de su casa, no pasó mucho tiempo para que abriera, se sorprendió al verme al igual que yo a ella, iba maquillada y con un vestido escotado que se ceñía perfecto a su cuerpo, me quedé sin palabras, ella tampoco decía nada hasta que una tercera voz nos sacó del trance.

—¡Vaya, tu prometido sí que es atractivo! —Una señora de unos 50 años apareció.

Sonreí ante el comentario —No, él no es mi prometido —Dijo en voz baja, pude notar que le dolió decir esas palabras.

Vi la oportunidad y la aproveché —Vengo a ayudar con la planeación de la boda.

Lau me miró atónita —¿Q-qué?

Le pasé de lado y me metí en su casa sin darle tiempo a negarse —No tengo mucho que hacer, así que ¿Por qué no invertir mi tiempo ayudando?.

—Diego, no...

—¡Me parece una excelente idea! —Exclamó la señora —.Hay mucho que hacer, debemos elegir el vestido, el sabor del pastel, la decoración, el lugar de la fiesta, los invitados, las invitaciones...

Nos sentamos en el suelo de la sala y en medio habían unas revistas que la señora de las planeaciones nos empezó a mostrar, era raro porque yo era quien hablaba y daba mi opinión mientras que Lau solo estaba callada mirando al suelo.

—¿Y qué opina la novia? —Preguntó la señora.

—Si, está bien —Dijo indiferente.

—¿Siquiera pusiste atención? —Le pregunté —Porque para mí el vestido parece de piñata, el pastel parece hecho de lodo por unos niños de cuatro años y la decoración parece como si fueran a celebrar un funeral en vez de una boda —Ambas me miraban con la boca y ojos abiertos —.Ah y por cierto, también falta el novio, ¿No?

—É-él quedó que llegaba a las cuatro —Tartamudeó Lau.

Miré el reloj, ya eran las siete —En el tiempo que se ha tardado te pudiste haber casado con alguien más.

Hubo un silencio y como si lo hubieran invocado, la puerta de la casa se abrió —Llegué, perdón por la tardanza, había tráfi... —Apenas me vio dejó de hablar y se puso serio—. Diego.

—Iker— Saludé —.No te esperábamos tan pronto.

—Y a ti ni siquiera te esperábamos —Respondió.

Me quedé sin respuesta, me dolía aceptarlo pero él tenía razón, tomé mi chaqueta y me levanté —Me voy—. Informé pero obviamente no lo haría sin hacer algo antes, así que me incliné y planté un beso en la mejilla de Lau, ella se tensó y sonrojó, después me dirigí a la puerta.

El Secreto de mi VecinaWhere stories live. Discover now