Capítulo 36: No somos emos

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—No conozco a ninguna de esas personas —respondí con sinceridad, y le di una mordida a mi barra de chocolate; me la habían regalado en la clase anterior—. ¿Ambas serán esta noche?

Ella asintió.

—Pero en la de Scott habrá más espacio para jugar a los estúpidos. —Se rascó la barbilla.

Hice la cabeza hacia atrás. Si bien me encontraba de buenas, aún no estaba del todo seguro de querer ir a una fiesta.

Miré a los lados por inercia. La cafetería se encontraba atascada de estudiantes y un penetrante olor a rancio inundaba mis fosas nasales. Sin quererlo, hallé con la mirada a Edward junto a Caroline en una mesa que también compartían con Susana y Matt.

Observé de soslayo lo que estaban haciendo y noté que ellos tenían unas invitaciones iguales a las de nosotros. Se trataba de un papel oscuro con decoraciones en plateado. Así que mi decisión debería tomarse con base en eso.

—Iremos a esta. —Señalé a la invitación que no correspondía a la ya descrita.

—¿La de Scott? —cuestionó ella—. ¡Eres un genio!

Suspiré aliviado.

—Aunque yo quería cerveza de barril —completó con algo de desánimo.

—Lo siento, pero creo que Edward irá a la de Rose —expliqué. Me mordí el interior de la mejilla y comencé a tamborilear el pie en el suelo.

—Josh, entiendo que lo que sucedió fue incómodo, pero lo mínimo que deberías hacer es explicarle las cosas.

—No puedo. —Mi frustración era tal que azoté la cabeza contra la mesa, lastimándome—. Se me complica decirlo y me da miedo romperme enfrente de él.

Mich enredó sus dedos en mis cabellos. En apariencia era una banal muestra de apoyo, pero lo sentí como un empujón que me daba fuerzas para seguir.

—Me aterra decírselo y lastimarlo más, Mich. —Continuaba sin alzar la cabeza.

—Tu problema es que crees que engañando a todos y hacer de cuenta como que nunca pasó es la solución absoluta. —Resopló con pesadez—. No eres muy diferente a...

—¡No lo menciones, y menos aquí!

Ella iba a decir que soy igual a mi padre, quien había optado por guardar apariencias y disimular que todo estaba bien.

—Podemos ir a ambas fiestas... —sugerí de repente. Sentía que le debía algo a Mich por ser tan buena conmigo—. Mira, vayamos primero a la de Rose, y si él está ahí, tomaremos la cerveza y nos largaremos en bicicleta a la de Scott.

—¡Admiro tu lucidez! —expresó con entusiasmo—. ¿Tienes disfraz? ¿De qué nos vestiremos?

Me encantaba verla tan emocionada, y eso me animaba a mí también. 

 

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La obra de un artista fugitivo | ✅ |Where stories live. Discover now