Capítulo 26: Grenade

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Cualquiera que haya tenido la sensación de estar viviendo un sueño tan efímero para ser verdad, sabría entender el lío que el aquelarre de sensaciones súbitas desató en la cabeza de Louis, o quizás en todo su cuerpo y espíritu. Había descubierto tanto en menos de un año, había perdido, había ganado, había dad0 la vuelta a su eje universal; había sentido. No era como si previamente desconociera su corazón latiendo con devoción, de hecho era un estímulo conocido por su cuerpo, el dilema radicaba en que siempre había sido provocado por las cuatro niñas de sus ojos, su madre, o el admirable hombre al que consideraba su padre. Jamás creyó que tendría la voluntad de colocar a alguien más en el estándar de amor; eran expectativas idealistas que anteriormente descartó con otras personas, pero que ahora se construían en la silueta y entera existencia de un chico de ojos verdes y cabello rizado, de aquel cantante de una banda local al que besó por primera vez sobre la comisura, porque detestaba la idea de que alguien, incluso él mismo, robara la esencia de esos labios como si fuera digno.

La vida era irónica, pues la figura de su adoración, alguna vez fue también la de pesadillas, la de incertidumbre. Harry había sido un separador; si la vida de Louis se dividiera en libros de historia, estaba seguro de que un claro periodo de evolución se resaltaría en grandes letras como "Antes de Harry" y "Después de Harry". No exageraba, eso era lo más curioso. Él le había mostrado que vivía en negación, y ahí había iniciado el miedo porque, ¿cómo sales de un sitio en el que llevas refundido por años?, y una vez que lo hayas hecho, ¿qué te espera allá? ¿las personas que dicen amarte aceptarán tus colores, o es que acaso el objeto de su afecto no era más que un señuelo derrumbado ante una revelación? ¿El señuelo era él mismo, o ellos? ¿cómo reaccionaría ante la posibilidad de que todo a su alrededor fuera una farsa? 

Harry también le enseñó que no había forma de asignar respuestas a sus preguntas si no perdía el miedo y aprendía a enfrentarlas. Ahí encontró otro cúmulo de temblor interno; en el hecho de desempolvar al vulnerable ser que yacía debajo de una carcasa de chico valiente y despreocupado—tal vez un poco duro en ocasiones meritorias—, y de encontrarse con que esa frágil persona siempre había estado ahí, que rasgaba tímidamente por dejar de ser la faceta oculta con recelo. No conseguía hacerlo del todo, llevaba un esfuerzo más arduo de lo que le hacía pensar al resto, pero mantenía la cabeza en alto porque detestaba la idea de recaer en un papel de la víctima que sólo clama no ser suficiente para estar al lado de la persona que ama, pero no hace nada al respecto para cambiarlo. Louis no era ese tipo de persona. Louis luchaba, se dejaba desfallecer cuando la batalla lo derrumbaba, a veces se instalaba ahí más tiempo del que le gustaría, pero siempre encontraba la forma de recuperar las riendas.

El siguiente problema radicaba justo en ese blanco, en la zona que todos ignoraban y que él, para su fortuna y desgracia simultánea, tenía bastante presente; no sabía cómo tomar control de algo que se le había salido de las manos antes. Había pasado una temporada decembrina como ninguna otra, Harry y ambas familias se habían encargado de forjarla; sus hermanas se apodaban con cariño unas a otras, incluso se llegaron a decir mejores amigas en varias ocasiones, sus padres tampoco se quedaban atrás, de hecho ya habían sembrado complicidad entre sí, los menores pasaron buen rato intentando desglosar algunos de sus chistes internos. Y finalmente, los consentidos del arcoíris, azul y verde, habían reflejado otra llamarada de matices dorados al recibir el Año Nuevo con un beso furtivo del otro, justo cuando el conteo había anunciado el inicio de otro traslado alrededor del sol. Había sido un sello, otra de sus muchas promesas, una fusión de afinidad en la que se aseguraron que ese no sería el último año al que darían la bienvenida juntos.

La cuestión conflictiva no se encontraba en tal magnificencia, sino en que todo terminaba; debían volver al camino. 

Que no se malentienda, Louis estaba infinitamente emocionado por regresar al espectáculo con su novio y tres de sus mejores amigos, no podía dejar de sentir una revoltura de regocijo en el estómago de sólo pensar que estaban labrando el puente hacia sus sueños. Pero a él no era fácil tratarle de ingenuo; sabía que Caroline Flack no había llegado por casualidad a los estudios de The X Factor para atosigar menores de edad como pasatiempo. Alguien le había dado instrucciones precisas. ¿Quién, exactamente? Ahí estaba el meollo del asunto: no tenía ni idea. En un principio apuntó hacia Simon, pero el hombre lució genuino al negarlo, así que, o era un gran actor, o de verdad no había tenido que ver.

When green and blue collideWhere stories live. Discover now