Capítulo 25: Make You Feel My Love

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Harry no iba a salir, se había condenado como un eterno refundido en su habitación; para mayor especificidad, en la cama, cubierto hasta la cabeza con los edredones. Había escuchado la voz de Gemma al otro lado de la puerta, quien le llamaba para bajar a desayunar, pero eso no iba a hacer diferencia alguna porque él no planeaba salir de ahí nunca más en toda su vida.

—¿Sabes qué? Al diablo, voy a entrar—anunció su hermana, y sin darle tiempo de gritar una protesta, la puerta se abrió y, en tanto estuvo dentro, volvió a cerrarla.

El rizado se removió entre las sábanas y negó con frenesí, incluso si ella no podía verle.

—¿No piensas salir de ahí?—se sentó al borde, justo al lado del bulto que su hermano menor significaba en esa posición.

—No.

—Vas a morir asfixiado o de hambre—advirtió, estirando los brazos para recorrer los cobertores, pero él las sujeto con fuerza. Fue cómico ver un par de rizos sobresaliendo junto con sus manos—. Edward. Ya.

Volvió a negar y Gemma suspiró.

—¡Suelta!—le espetó, conteniendo una risotada al forcejear con sus dedos para quitarlos, y fue hasta unos segundos después que ella demostró mayor fuerza de voluntad, pues en un descuido del menor, la muchacha consiguió bajar los edredones de un tirón, dejándolos a la altura de su cintura.

Harry soltó un chillido asustado y se apresuró a meter la cabeza bajo una almohada. 

—Okay, suficiente—sentenció Gemma—. ¿Qué te pasa?

—No voy a salir. Nunca. Jamás.

—¿Y por qué no?

Más frenéticas negaciones. Gemma empatizó con el súbito pánico de su hermanito y, recorriéndose hacia el frente, ablandó el semblante. Una de sus manos le frotó la espalda con ternura.

—Oye, está bien, puedes contarme—habló con arrullo, moviendo los dedos en círculos sobre la franela de su pijama. Llevaba uñas postizas, de esas de acabado mate que adoraba usar, y eso tornaba más relajante la caricia—. Prometo no repetirlo ante nadie más.

Harry gimoteó de nuevo, evidenciando que no estaba llorando en realidad, sólo ensimismado. Demoró algunos instantes en animarse a abrir la boca para emitir algo coherente.

—Mi dignidad está acabada, Gems—se lamentó en un mugido, aún oculto en la almohada—. Yo estoy acabado. Hice una estupidez y viviré avergonzado por todo lo que me queda de vida.

Contradiciendo al dramático tono del adolescente, Gemma no se angustió por su bizarra declaración. Sabía que su hermano era aficionado a crear escenas de ese tipo, cuando sus supuestos errores no eran más que pequeñeces.

—¿Qué fue lo que hiciste?

—Si te lo digo moriré.

—No lo creo, eres muy exagerado a veces—se permitió reír bajito y se aproximó para presionar un beso sobre su brazo y después regresó a su posición anterior—. Sabes que jamás te juzgaría, no en serio, al menos.

El silencio no duró mucho. 

—Hice...e-existe la posibilidad de que...—no creía que de verdad fuera a decirlo en voz alta, y tuvo que tragar saliva, que claramente no tenía, para seguir—, se me fue la pinza un poco...demasiado...y...quizás llamé a Louis y...—el calor regresó a sus mejillas , y no necesariamente porque la almohada se lo transmitiera—, p-pues...

—¿Discutiste con él?

—No—respondió de inmediato—. No, al contrario—reafirmó—. E-Es que...me dieron ganas de intentar algo nuevo y...pues, ya sabes...

When green and blue collideWhere stories live. Discover now