Termino de limpiar la estatua de yeso, dejar mis cosas de limpieza en un cuarto aparta y luego me encamino juntamente con Arango para subir al elevador. Bajamos al segundo piso donde tenemos nuestras cosas y las alistamos para irnos ya.

Mi celular vibra y lo saco, veo que tengo dos llamadas perdidas de Helena. Vuelve a llamar y le contesto rápido.

—Paris — menciona mi nombre agitada.

—¿Qué pasa?

—Paris, hay unos tipos en el apartamento — dice asustada — es... están enmascarados vestidos de negros.

—¿Qué? — el mundo se me viene encima.

—Paris, no sé qué hacer — dice entre sollozos — tienen armas — dice en un susurro.

Mierda. Mierda. Mierda.

—¿Dónde estás? — pregunto rápido.

Agarro mi bolso y salgo hacia el elevador rápidamente mientras Arango me mira sin entender.

—Eh venido antes al departamento y ahora estoy en tu habitación — responde.

—Entra a mi armario, ¿te acuerdas de la puerta pequeña? — hablo rápido.

—Sí, la que no se podía abrir — contesta con la voz temblorosa.

—En la última chaqueta que está de ese lado, en la bolsa izquierda hay una llave, abre la puerta y... —

—¿La pudiste abrir? — me interrumpe.

—Sí —

—¿Cómo? — me vuelve a interrumpir.

—Solo abre la maldita puerta — le digo un poco alterada saliendo del elevador.

Escucho un ruido algo fuerte y eso hace que me altere. Visualizo el auto, lo abro, Arango entra de copiloto y yo de piloto. Conecto el teléfono al auto y escuchamos los dos, mientras Arango me mira sin entender y espera a que le dé una respuesta.

—Ya — dice agitada.

—Saca la última caja grande que hay, dentro debe de haber un arma dorada — le digo.

—¿Un arma? ¿Qué carajos Paris? — dice asustada.

—¡Solo saca la maldita arma! — grito al mismo tiempo que acelero a toda velocidad.

—Ya — dice algo más calmada.

—Quédate ahí adentro, si pasa algo, disparas Helena.

—No sé cómo usar un arma.

—Solo aprietas el gatillo, ya voy para allá.

—Llama a la policía — pide.

Miro a Arango y él entiende mi mirada, saca su celular y marca un número.

Escucho un ruido fuerte, y eso me asusta, Helena no habla y eso me aterroriza.

—¿Helena? — pregunto preocupada.

—Paris — dice entre sollozos.

Escucho un disparo y me estremezco.

—¿Helena? — Arango la llama.

—¡NO! — es lo último que escucho de ella antes que el teléfono cuelgue.

—¡¿Helena?! — grita Arango.

—Malditos hijos de puta.

Digo de último, entonces piso acelerador al fondo.

Ahora lo último que me importa es una maldita multa por exceso de velocidad. Necesito ver a Helena, ya lo hicieron con mi familia, no lo harán con lo único que me queda de importancia en mi vida.

No te enamores tarde #1 ✔️Where stories live. Discover now