En El Ojo De La Tormenta

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Eran para volverse locos, porque habían estado buscando sentir su esencia, su presencia, por mucho tiempo. Y aquí estaban, sintiéndola de forma vaga sin importar a donde fueran, separados o no, en medio de seres que en verdad podrían importarles menos. Seres que les daban miradas extrañas y hacían preguntas que ninguno de los dos quería contestar.

No había mucho que podían preguntar, estos seres no iban a entender. Para ellos cielo y ellos mismos no eran seres. Solo algo del día a día que siempre habían existido. ¿Cómo podían preguntar si sabían algo de cielo cuando ni siquiera sabían cómo cielo se sentía o era?

Tormenta la tuvo difícil en no hacer un desastre, en terminar en pelea, cada vez que intentaba obtener información por parte de los seres terrenales. Era, en opinión de tormenta, una pérdida de tiempo preguntarle nada a nadie.

- Así que tú eres el idiota causando problemas. – Por primera vez en el tiempo que llevaba en la tierra, alguien le hablaba como si fuera un idiota, o un niño sin remedio. – Oye, ser cordial no va a matarte, ¿sabes?

Tormenta tuvo que tomar un momento para grabarse el aspecto de este hombre, quien está caminando en su dirección con un cigarro encendido entre sus dedos. Tenía un arco en su espalda, y no estaba muy feliz.

- ¿Y qué te importa? – Estaba siendo lo suficientemente cordial como para no insultar de arriba abajo o volarles la cabeza. Era difícil ser cordial cuando estabas buscando desesperadamente a alguien.

- ¿A mí?, ¿particularmente?, no mucho. – Ante esto tormenta estaba a punto de decirle que se perdiera y dejara de molestarlo, pero eso murió en su garganta ante la mano en el hombro y el ofrecimiento de un cigarro. – A mis amigos si les importa, estas espantando a los animales y nos están llegando muchas quejas de ti amigo. – No era de malhumor, era solo una observación. – Así que, ¿qué te parece si nos sentamos un rato y me dices que pasa?, puede que no pueda ayudarte, pero quizás te sientas mejor. – Antes de darse cuenta, estaba siendo llevado a solo Dios sabe dónde.

La única razón por la que no hizo a este hombre trizas por siquiera atreverse a tocarlo era porque podía sentir la esencia de cielo sobre él. Fresca. Y no algo vago, era fuerte. Sea quien fuera esta persona había tenido contacto reciente con cielo, no podía dejar escapar esta oportunidad.

Grabarse la forma de este ser terrenal en su memoria se convirtió en una tarea en la que no podía fallar. De hecho, no solo su forma:

- Hayato. – El hombre de pelo rojo se detuvo por unos segundos, mirándolo de forma extraña. – Mi nombre, Rosadito. – Y por supuesto que un simple sobrenombre molesto al otro.

En realidad, no tomo mucho hacer enojar al otro lo suficiente para terminar en una pelea a todo calibre. No era su intención, no sabía que el hombre de pelo rojo tenía la mecha corta como él. De cualquier forma, su molestia de pelear con un renacuajo que ni siquiera sabía apuntar bien con ese estúpido arco se fue tan pronto llamas hicieron su aparición.

Cielo había estado más que cerca de ese tipo, lo había bendecido. Esas llamas eran iguales a las suyas, casi al mismo nivel de destrucción. Cielo había bendecido a este ser con las llamas de la tormenta, con sus llamas, con todas las cualidades de la verdadera tormenta, quien era él.

Los seres terrenales no deberían ser bendecidos con tanto poder, y aunque le molestaba que cielo ni siquiera le hubiera preguntado si estaba bien con esto, no podía molestarse porque cielo podía bendecir a quien quisiera. Aun así, cielo nunca...

Tierra había bendecido a un grupo de humanos, y agua también. Claro que estos seres terrestres habían hecho algo especial que conmovió a los grandes, pero no sabía los detalles.

¿Que podría haber hecho este ser para ganarse las buenas gracias de cielo?, no podía matarlo, aunque quisiera.

- Tienes una puntería nefasta. – Se limitó a decirle al otro hombre, que había dado una gran batalla para ser un renacuajo.

- ¡Mi puntería es genial viejo prematuro! - ¿Genial?, era decente para muchos otros seres terrestres como él, pero no era nada especial. – Soy el mejor de toda la familia, mi padre me enseño y-

- Si, si, como digas. – Pauso al tocar el arco, frunciendo el ceño.

Definitivamente no podía matar a este idiota. Cielo iba a estar muy molesto con él solo por haber hecho esto. No solo lo bendigo con esas llamas, sino con...

- Voy a entrenarte. – Era lo menos que podía hacer. Si este renacuajo dejaba en mal a cielo, a ellos, lo mataba. – Tu puntería con ese arco es horrible, y ni siquiera sabes cómo usar tus llamas con ese arco encantado que tienes. – También era la perfecta excusa para sacarle toda la información que pudiera sobre cielo. – Lo único que quiero a cambio es que me digas todo lo que sabes de ese arco, quien te lo dio específicamente. – Eran instrucciones fáciles, no debería-

- Ya tengo un entrenador infeliz. - ¿Cómo lo había llamado este idiota? – Y para tu información, mi padre hizo este arco especialmente para mí. – A pesar de estar derrotado, en el suelo y a merced de alguien a quien solo había estado tratando de ayudar, G no podía evitar burlarse de este hombre.

Después de todo, este hombre no tenía ni idea de quien era su padre. Su padre barrería el suelo con él, había una buena razón por la cual no cualquiera quería en-¡Smash!

- ¿Decías viejito? – G no pudo contener sus carcajadas.

Un hombre de pelo gris lo miro muy feo, mojado de pies a cabeza y metido en el bebedero de caballos debido a un cabello en específico. Su padre no debió de haberse molestado en mandar a Margarita por él.

Para mala suerte de G, ese solo fue el comienzo de una serie de peleas casi diarias. La verdad, G no entendía que tenía su arco de especial, pero había prometido no decir nada así que estaba en una encrucijada.

Eso no quería decir que no tuviera un mal sabor en la boca cuando ese hombre le decía cosas que ni él mismo sabía de sus llamas o de su arco. 

Sky's MayhemWhere stories live. Discover now