En El Ojo De La Tormenta

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Nadie estaba precisamente feliz de la desaparición de cielo. En realidad, era una preocupación enorme. Era por esto que, en medio de sus deberes, pasaban casi todo el tiempo buscando el cielo, sin resultado, por meses y meses.

- Encontré un rastro. – Niebla y espejismo, los gemelos, habían subido para hablar con ellos. Habían invocado a todos.

No hacía falta que uno. Con la situación que tenían, hasta los grandes estaban buscando a cielo y se molestarían si no les decían nada.

- ¿Un rastro? – Tormenta, como siempre, era el más angustiado de ellos. - ¿Dónde?

Un rastro no quería decir que habían encontrado a cielo, solo que habían encontrado una pista. Tormenta saldría de inmediato a ver tan pronto los gemelos le dieran un lugar.

- En la tierra. – Ambos gemelos se miraron, y lo que siguió explicaba como tierra no sabía nada: - Podemos sentir rastros de su presencia, su esencia, pero no su ser. Creemos que ha adquirido alguna forma terrenal, es la única cosa que da sentido a lo que podemos percibir. – Y siendo gemelos, siendo niebla y espejismo, los más cercanos a la tierra sin pertenecer a ella, sabían de lo que hablaban.

- ¿Forma terrenal? - ¿Por qué haría algo así cielo?, no tenía sentido, no era-

- Llevaba tiempo. – Ninguno de los gemelos sonreía, sus expresiones volviéndose más pesadas, más sombrías. – Lleva al menos una década, los rastros son persistentes y vagos. – Lo que indicaba que recorría las zonas, que vagaba por ellas, incluso si no era frecuente.

- ¿Una década? – Esta noticia, por supuesto, no sentaba bien con ninguno de ellos.

Al menos una década. Tenía al menos una década sin estar en donde debía estar. Al menos una década sin notar que cielo no estaba con ellos.

- En el único lugar de la tierra que no ha sido alterada. – Los seres terrenales habían sentido el cambio primero que ellos. No podía ser. – Sin cielo las aves no desean volar, así que... - Así que el lugar en donde las aves volaban y seguían con sus vidas era en donde cielo estaba, quien sabe en qué forma.

- Tormenta, por favor piénsalo bien. – La mujer de los gemelos rogo, a sabiendas de lo que iba a pasar. – Sabes que no debemos bajar, y tu trabajo es uno de los más constantes. – Como lluvia, como sol, como nube.

Valió de nada. No había forma ni manera en que tormenta fuera a esperar, en que no fuera el mismo a ver. Nadie podía culparlo por ello.

Tormenta nunca había sido el mismo desde que cielo, aun siendo un pequeño niño, lo había salvado de casi matarse por su propia ira. Tormenta nunca había sido el mismo desde que cielo lo había salvado, mucho menos cuando cielo, tímidamente, le había pedido jugar con él, poco después, esperando otra negación por parte de tormenta.

Cielo no fue sencillo, no luego de tratos tan rudos por quienes lo creían un adulto y luego no lo tomaban en serio al ser el más joven. Tormenta sabia esto mejor que nadie, tormenta conocía a cielo mejor que cualquiera de ellos. Después de todo, tormenta fue quien más jugo con cielo, y también quien hizo llegar los mensajes de cielo, lo quisieran o no, hasta que todos cayeran en el encanto que era cielo.

Por ello, el primero en tocar la tierra con forma terrenal fue tormenta, seguido prontamente de lluvia. Tormenta no estaba muy feliz, pero como lluvia le dijo: con dos de ellos buscando de cerca debían de encontrarlo más rápido.

Abajo, podían entender las palabras de los gemelos. El lugar tenía la esencia de cielo, solo que de forma débil. Cielo debía de estar cerca, lo suficientemente cerca como para venir de vez en cuando, porque los rastros de su esencia no eran leves.

Sky's MayhemWhere stories live. Discover now