El Chico Del Arco

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-… cuidado, ¿sí? – El hombre extraño se agacho a su altura, depositando un beso en su frente y revolviéndole cariñosamente el pelo, haciéndolo reír. – Cualquier cosa envía a Tulipán e iré a buscarte.

- ¡Okey! – Tulipán silbo brevemente, estirando las alas, al mismo tiempo que el dio su acuerdo. - ¡Te traeré el pan más grande que encuentre! – Su guardián le dio una sonrisa radiante, haciendo que su corazón se detuviera por un segundo o dos.

- Solo divierte, no te preocupes tanto por la comida. – Un leve empujón, y el niño no necesito nada más para irse, dejando atrás a un hombre que dejo de sonreír tan pronto el niño le dio la espalda.

Tulipán voló a su lado, sin perderlo a pesar de estar corriendo. Una vez que se detuvo, mucho rato después, el ave se posó en su hombro otra vez. Miradas curiosas aquí y allá, pero ya la mayoría se había acostumbrado al extraño encanto que el guardián del niño tenía.

- ¡Hey Giotto! – El anciano que vendía artesanías lo saludo con gran ánimo, y le hizo gestos de que se acercara. – Veo que tu viejo atrajo a otro, ¿eh? – Se refería a Tulipán.

- Ella es Tulipán. – El ave canturreo, esponjándose un poco y mostrando el pecho con gran orgullo. – Ni idea de cómo sabe que es una chica. – Confeso, acariciando a la criatura en la pancita. – Tiene un par de días con nosotros, la encontré durmiendo con papá hace unos días, parece que se metió sin permiso. – No era la primera, si era honesto.

Al menos no fue una serpiente o un mapache. El osezno casi le da un infarto. A pesar de haber sido solo una semana, ya se estaba acostumbrando a la extraña ocurrencia de que animales simplemente aparecieran al lado o sobre el hombre, sin realmente una razón. 

- Pues es un encanto. - ¿Cómo no?, era un búho pardo, pequeño, daba caritas muy lindas y le gustaba robarle las cosas que su guardián se llevaba a la boca y hacerle morder aire. - ¿Alguna idea de cuando vuelva a bajar? – Pestañeo ante esto.

- Si quieres que venga, solo tengo que decirle. – Vendría, y si iba a decirle ya vendría hoy mismo. – Aun sigue limpiando la casa. – No creía que terminara pronto, era un lugar enorme.

Aun no procesaba como habían pasado de ir a solo Dios sabe dónde a terminar ayudando a una familia rica accidentalmente (habían molestado a un oso y no lograban escapar de él), a luego estar en esa casa gigante. En menos de una hora. Y ahora pasaban estas cosas:

- No es nada urgente, no quiero molestarlo. Es solo que las ovejas están un poco raras y si alguien puede saber qué les pasa… - Si, este era el tipo de cosas que se habían vuelto común en su vida.

- Le diré, probablemente venga mañana. – Su guardián era así, no sabía por qué. - ¿Que hago con esto? – Pregunto, sin saber cómo tomar el paquete que se le estaba siendo entregado.

- Para tu padre, se acerca el invierno y no lo hemos visto adquirir nada para sí, el invierno es fuerte… - Ah sí. Eso lo hacía sonrojar porque tenía abrigos y botas ahora…

En realidad, tenía un montón de cosas. No se había percatado de que el hombre extraño no había comprado casi nada para sí. Parecía perfectamente contento como estaba. Aunque, la verdad, todo había sido muy rápido. 

Señor, solo poder caminar por aquí y que nadie lo mirara mal o se negara a mirarlo era una diferencia abismal a la cual no lograba acostumbrarse. No sabía si podría, pero tenía que admitir que le gustaba a pesar de lo raro que era. 

- Gracias, estoy seguro que le gustara. – Porque ese hombre era así. Era la persona más agradable y amistosa que hubiera conocido en su vida. 

Sky's MayhemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora