El Naufrago

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- ¿Seguro que no quieres entrar a nadar? – Giotto se contuvo de rodar los ojos ante otra negación que obtuvo. – Vas a pasar toda la semana sin meterte al agua, ¿no es así?

- No exageres Giotto. – Y el hombre tenía las agallas de reírse y bromear como si en verdad estuviera exagerando. – Te preocupas demasiado, el hecho de que no esté en el agua no quiere decir que no me esté divirtiendo. – Tenia una dulce sonrisa diciendo esto, y no tardo en volver a su libro, un par de guacamayos bajando para robarle la merienda.

Giotto no se molestó en contradecirlo. Llevaban 5 días allí y aun no se había metido al agua, perfectamente contento con quedarse en la orilla, mimando a cualquier animal que viniera a él, los cuales eran unos cuantos, leyendo un libro o simplemente mirando en dirección a donde estaban ellos. 

Era extraño, a Giotto le preocupaba esta extraña actitud. No podía negar que estaba mucho más feliz que de costumbre. Mucho más feliz, y gracias a esto sabía que a su guardián le encantaba la compañía, así no fuera para él. Mientras el lugar estuviera vivo, que hubiera buen ánimo y juegos como ahora, estaría sonriendo de muy buena forma y casi nada lo molestaría.

Así que si, el hombre estaba feliz, muy feliz. El problema era que no se unía, y estaba seguro que no era el único que sentía los ojos encima cuando estaban en grupo. Tal y como ahora. Estaban en el agua, todos por una vez, jugando y molestándose entre sí. Incluso Alaude, aunque era porque quería matar a G por despertarlo accidentalmente, pero detalles.

El único que falta era su guardián, el único que se había negado a entrar al agua, a pesar de todos los signos que indicaban que en verdad quería entrar. La verdad Giotto no sabía que pensar y mucho menos sabía qué hacer. Los demás tampoco, suponía. Ninguno había tenido mucho éxito, pero nada de eso cambiaba lo que sentían y lo que veían. 

- Iré a preparar la cena, creo que-

- No. – Giotto negó, sin siquiera mirar. – Déjalo que lo haga él. – Le negaría eso también. Como otras cosas.

- Pero… - G frunció el ceño, pero asintió de todas formas, recordando lo que pasaría si iba e insistía. 

El señor ya debía de estar haciendo la fogata y preparando la comida. Había pescado hace rato, así que no era un misterio que iban a cenar. 

Fueron cacheteados por la fruta y la ensalada que en verdad nadie sabría decir cuando rayos apareció. No es que el cocinero iba a decirles, eso era seguro. La sonrisa traviesa era suficiente indicativo.

Bromearon y molestaron hasta altas horas de la noche, y la luna estaba arriba cuando finalmente todos cayeron dormidos. Todos menos uno.

- Me matarían si me ven… - Murmuro para si el más viejo de todos, hundido hasta el cuello en el agua.

Tan tarde, a tales horas y con tal frio no era buena idea meterse en el agua a nadar. Lo hacía a esa hora porque estaba seguro de que todos estaban durmiendo, nada más. A diferencia de lo que los chicos pudieran creer, no era que no quisiera entrar al agua. Al contrario, pero era más una relajación para él y si entraba con ellos no lo obtendría. 

Aparte, disfrutaba más verlos molestarse y pelearse entre sí que unirse a eso. En verdad no podía unirse, no estaba en la misma edad ni la relación era tan estrecha como para que fuera agradable para todos. Era preferible así, algún día lo entenderían.

Miro hacia arriba, admirando la luna y las estrellas por un momento antes de hundirse en el agua y quedarse allí por un momento, solo disfrutando de la oscuridad y de la sensación del agua sobre su cuerpo. Ya no sentía tanto el frio, pero eso solo significaba que tendría que salir pronto. De cualquier forma, se estaba arriesgando a un resfriado como era.

Sky's MayhemWhere stories live. Discover now