Capítulo 12

4.6K 635 205
                                    

Sábado, 18 de enero del 2020.

Carina se deslizó con familiaridad por la abandonada habitación, Leslie, por su parte, se quedó rezagada bajo el marco de la puerta sin saber que debía hacer. Había entrado allí antes, a escondidas y sin autorización, y también había sido descubierta por Venus, pero ella, al parecer, no dijo palabra alguna sobre su intrusión... o quizá lo hizo y sus hermanas dejaron pasar su impertinencia.

Y, en ese momento, tenía permiso de entrar pero no encontraba el valor para hacerlo. Al final no importó porque Carina salió con el empolvado juego de ajedrez en las manos y le indicó, con un leve movimiento de la cabeza, que cerrara la puerta. Leslie la obedeció de inmediato.

Luego subió las escaleras persiguiendo a Carina e ignorando que las piernas le pesaban como plomo por la caminata del día anterior. Llegaron a la habitación, Carina dejó el tablero sobre la mesa, salió por la puerta y regresó en cuestión de segundos con una botella en la mano y un trapo en la otra. Se sentó en una de las sillas y Leslie la imitó.

—Ha estado guardado por años, supongo que tengo suerte de que las polillas no lo arruinaran —comentó Carina mientras limpiaba, con mucha dedicación, una de las piezas—. Madera de ébano, debe ser eso.

—¿Ébano? —Leslie apoyó los codos sobre la mesa y llevó la cabeza hacia delante, repentinamente interesada por lo que Carina tuviera que decirle. En su ciudad era difícil encontrar muebles hechos con madera real y era aún más complicado hallar cosas hechas con ébano, que además era muy caro. La melamina se había apoderado de sus vidas.

—Antes había muchos árboles de ébano en el bosque, pero casi los talaron todos para trabajos de carpintería. Tengo entendido que ahora está prohibido, pero la gente siempre se salta la ley. Están casi extintos —finalizó con un suspiro.

Continuó limpiando las piezas de ajedrez ante la atenta mirada de Leslie. A ella ni siquiera se le paso por la cabeza qué, con los cuidados adecuados, las piezas se mostraban realmente brillantes y hermosas.

—¿Por qué lo dejaste allí? —preguntó Leslie con curiosidad.

—Se volvió aburrido con el tiempo.

Carina terminó de remover el polvo pocos minutos después, ordenó las piezas en el tablero y lanzó una mirada desafiante que Leslie comprendió al instante.

Esa era la distracción que Leslie estaba esperando. Sentada allí, mirando las piezas y solo pensando en el siguiente movimiento le produjo un alivio monumental que no sentía hace semanas, desde que revisó sus notas de la universidad y comprobó que tenía todos los cursos aprobados.

Se pasó la tarde entera allí, jugando contra Carina, haciendo trabajar su cerebro como hace bastante no lo hacía, estudiando y replanteando cada movimiento, teniendo cuidado de evaluar sus posibles consecuencias.

Carina también era muy buena, jugaba muy bien aunque ella dijera que había perdido la práctica. Al principio se había confiado de sus habilidades, pero, después de que Leslie casi (casi) consiguiera un empate fue que empezó a tomárselo en serio.

—¿No tienes hermanos? —La pregunta la tomó por sorpresa, saliendo de la nada después de un largo rato de silencio. Apartó los ojos del tablero y los llevó, con cuidado, hacía la curiosa mirada de Carina.

—No, soy hija única —contestó Leslie—. Mamá se embarazó cinco años después de que yo naciera, pero lo perdió en un accidente y desistió.

—¿Qué accidente?

—Se cayó por las escaleras cuando tenía cuatro meses de embarazo. No le gusta hablar de eso.

—Lo lamento.

El bosque de las brujasOnde histórias criam vida. Descubra agora