Capítulo 11

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Capítulo 11.

Miércoles, 15 de enero del 2020. 

Tuvo sus razones para resistirse a ir al primer piso para desayunar, sin embargo el hambre no demoró en vencer a su orgullo. Leslie bajó las escaleras dando pasos fuertes, casi pisando la madera con furia, sin detenerse a pensar en que el ruido pudiera molestar a alguien.

Ya no le importaba.

Abrió la puerta de la cocina de un golpe, lista para presionar a Adara para que la llevara de vuelta a casa, sin embargo se llevó una sorpresa cuando se dio cuenta que no era Adara la que tenía los brazos apoyados en la encimera y le escrutaba el rostro con dos hermosos ojos azules.

—¿Qué pasa? —preguntó Carina con voz cantarina.

—No te importa.

—¿Por qué no me importaría? Anda, dime.

Leslie no respondió, apretó los labios con fuerza e hizo el ademán de retirarse de la habitación, pero, antes de que pudiera girarse, Carina volvió a hablar.

—Quieres regresar al pueblo, ¿no es así?

—Es obvio —contestó Leslie de forma mordaz, pero en ese instante pensó en algo que la obligó a suavizar su tono—. Tú sabes cómo llegar, ¿verdad?

Carina asintió y Leslie sintió un alivio monumental.

—Entonces podrías ayudarme, por favor —suplicó.

—Aunque quisiera (y no quiero) no podría hacerlo. Ese es tu problema con Adara, resuélvanlo ustedes, no puedo ayudarte de ninguna manera.

—¿Por qué? ¿Por qué no puedes? ¿Por qué siento que todas ustedes se están burlando de mí?

—¿Burlarnos de ti? Claro que no —contestó Carina fingiendo estar ofendida—. En fin, Adara te dejó el desayuno en la mesa y dijo que no te metas al bosque si no estaba cerca para vigilarte.

Decidió ignorar el último comentario de Carina que insinuaba que ella, Leslie, era una niña pequeña que necesitaba que alguien estuviera cuidándola.

—¿Lo dejó? ¿Dónde está?

—En la mesa.

—No me refería a eso.

—¿Mi hermana? No lo sé, no soy su niñera —respondió Carina con indiferencia.

Leslie se hizo a un lado a un lado a regañadientes para dejar a Carina pasar por la puerta, aún tenía muchas preguntas que hacerle y no quería que se fuera. Sabía que esa era su oportunidad, estaban solas y quizá eso la animara a contestar con honestidad. Se armó de valor.

—¿Cuántos años tienes?

Carina se giró con expresión cansada.

—Te lo dije, veintiuno. ¿No te lo crees? ¿Parezco más joven o más vieja?

—La verdad —exigió Leslie con voz firme aunque por dentro estaba temblando—. Vi una foto tuya en la hacienda de Los Limos, era muy antigua y, además, la hacienda lleva años abandonada. ¿Cómo lo explicas? ¿Era tu madre o algún familiar tuyo?

—Me estás confundiendo con otra persona —contestó con simpleza—. Mis padres no eran los hacendados, si es lo que estás pensando. Estás mal, el golpe en la cabeza te dejó así —añadió golpeándose el cráneo con el dedo índice.

—Entonces... —Leslie buscó en el bolsillo de la camisa la pieza de ajedrez y se la enseñó a Carina; por un instante creyó ver una expresión de sorpresa en el rostro de la mujer, pero fue tan rápido que pensó que se lo había imaginado—. Me encontré esto en la hacienda y hay un juego idéntico en ese cuarto cerrado de la sala. ¿Por qué? ¿Por qué hay una foto de alguien muy parecida a ti y la reina de un juego de ajedrez que es igual a...?

El bosque de las brujasWhere stories live. Discover now