Capítulo 9

4.6K 662 276
                                    

Capítulo 9.

Domingo 12 de enero del 2020. 

Su mejilla estaba apoyada en una superficie suave y cómoda, se removió un poco para acomodarse mejor y sonrió satisfecha, estaba muriéndose de cansancio y solo quería continuar durmiendo. Sintió que una gota de sudor resbaló por su frente y se deslizo por su nariz, Leslie, con los ojos entreabiertos, vio como caía y desaparecía en la sábana blanca.

Escuchó el sonido que hacían las ramas al agitarse y suaves murmullos, como si alguien estuviera cantado a pocos metros de ella pero lo ignoró y cerró los ojos, decidida a dormir un siglo.

Fue entonces que un ensordecedor trueno la sacó con violencia de sus ensoñaciones y la hizo sobresaltarse, cayó boca arriba en la misma suave superficie y, con mucha dificultad, llevó una mano a su rostro. Le había empezado a doler la cabeza y se le nubló la vista, la milagrosa tranquilidad que la había envuelto segundos antes había desaparecido con el trueno.

Leslie sintió un roce delicado en su antebrazo y su corazón dio un salto, apartó el toque con un rápido golpe.

Alguien soltó una risa burlona.

Abrió mucho los ojos y se sentó en la cama con un solo movimiento, Leslie ignoró el dolor de su cuerpo para mirar a su alrededor. No estaba en su habitación, no estaba en la casa de sus tíos, no estaba en el bosque ni en ningún otro lugar que conociera o hubiera visitado antes. Empezaba a asustarse.

—Oye, tranquila. —Leslie giró la cabeza con brusquedad.

Una mujer estaba sentada en la orilla de la cama. La mitad de su rostro estaba oculto por un largo mechón de cabello oscuro, era blanca y muy guapa, tenía sus dos ojos marrones clavados en Leslie y una sonrisa apaciguadora en el rostro.

—Tranquila —repitió con suavidad—. Estás bien, tranquila.

Pero Leslie no podía tranquilizarse.

El pánico la invadió, se llevó una mano al cuello y se sorprendió al descubrir que lo tenía envuelto con algo que no terminó de reconocer. Pero eso solo significaba que el puma era real y que realmente la había atacado, sin embargo no terminaba de explicarse porque seguía con vida.

—¿Estás bien? Tranquila, no te muevas mucho, no quiero que vuelvas a sangrar.

La mujer parecía estar genuinamente preocupada por su estado, la miraba con una mezcla de pena e inquietud. Leslie clavó la vista en ella, examinado su rostro con cuidado, rápidamente se dio cuenta que no la había visto antes por el pueblo ni por sus alrededores, era una cara nueva y eso no ayudaba a calmar su agitado corazón.

—¿Quién...? —Pero se cortó porque algo más que palabras quería salir de su boca.

Leslie se inclinó a su derecha, agarró con fuerza la orilla de la cama y sintió que unas manos suaves le cogían el cabello. No tuvo oportunidad de asustarse o protestar porque su estómago se contrajo y, sin poder hacer nada para evitarlo, vomitó en el piso de madera. Una y otra vez.

Se limpió la boca con una mano temblorosa y empleó sus últimas fuerzas para volver a su posición inicial en la cama, la garganta le ardía y su mundo daba vueltas. Alguien, seguramente la misma mujer que le estaba hablando, le colocó en los labios una taza y Leslie no tuvo más remedio que separarlos. El primer sorbo de agua fue una bendición para su cuerpo agotado y con el segundo sintió que su mente se aclaraba.

Otra vez se escuchó la misma risa burlona.

Leslie miró a su alrededor y apenas cayó en cuenta que estaba en una habitación de tamaño considerable y de techo muy alto, las paredes estaban cubiertas de pinturas de brillantes marcos, frente a ella había un gran ropero de madera, a la izquierda del mueble una mesita redonda con dos sillas y a la derecha un elegante tocador, al lado de la cama una ventana con cortinas que se agitaban por el aire de la lluvia. En una de las sillas estaba sentada otra mujer, medio escondida en las sombras, Leslie no podía ver más que la silueta de su rostro y el color de su cabello. Era rubia.

El bosque de las brujasWhere stories live. Discover now