Capítulo 8.

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Capítulo 8.

Sábado 11 de enero del 2020.

Abrió la llave del fregadero y el chorro de agua que salió de él le quemó la mano. Leslie soltó un quejido y saltó hacía atrás mientras que la risa de su primo inundaba la cocina, sintió que sus mejillas enrojecían de vergüenza. El rostro de su tía se asomó por el hueco de la puerta.

—¿Qué pasó? —preguntó temerosa.

—Se quemó con el agua, tranquila —respondió Eric.

La cara de su tía desapareció a la par que una misteriosa risita burlona se escuchaba por el pasillo. Leslie, con la expresión más seria y digna que fue capaz de crear, se adelantó a cerrar la llave mientras que Eric se limpiaba las lágrimas de los ojos.

—Lava rápido los platos. Los chicos van a venir a jugar vóley en la tarde, ¿sabes jugar vóley? —preguntó Eric con curiosidad.

Sabia jugar vóley aunque no lo hubiera practicado desde que terminó la secundaria, no era la mejor ni de broma pero podía defenderse, al menos hace años fue así y, como confiaba en sus habilidades, asintió con determinación. Eric sonrío.

—Perfecto. Ellos son unos malditos así que supongo que estarás bien.

Eric también abandonó la cocina y dejó a Leslie preguntándose a qué se había referido cuando dijo que sus amigos eran unos malditos.

Lo descubrió casi tres horas después, cuando el quinto balonazo de Carlos le cayó en la cara y le dejó la cabeza dando vueltas. Lorena se acercó a su lado para preguntarle si estaba bien mientras que Eric le lanzaba la quinta mirada asesina del día a su amigo, Carlos simplemente se encogió de hombros. Leslie no podía culparlo, podría decirse que era ensañamiento (lo era) pero si ella hubiera estado en el lugar del chico habría hecho lo mismo.

Se apartó el cabello y se limpió el rostro con el cuello de su polo. Miró hacia el otro extremo de la improvisada cancha de vóley, Carlos e Ivana estaban en primera fila y Denis detrás de ellos, los tres jugaban muy bien. El equipo de Leslie estaba conformado por ella, su primo y Lorena, los dos eran geniales en cambio Leslie erraba siete de cada diez disparos.

Le alegraba que la cancha estuviera al frente de la casa de sus tíos porque la gente no pasaba mucho por allí así que no habías más público que los pocos vecinos que los miraban desde fuera de sus casas y los niños sentados en la vereda, Leslie no habría soportado ser humillada con más gente mirando.

—Te puedes ir a sentar si quieres —susurró Lorena mientras ponía una mano en su hombro—. Ya va a terminar de todas formas.

Ella se negó sabiendo que retirarse en ese momento la volvería el centro de atención y burlas de los observadores, además ella no era cobarde y siempre terminaba lo que empezaba. Iba a perder y acabaría con las marcas del balón por todos los brazos pero era mejor que rendirse y abandonar el juego.

A veces sus decisiones eran motivadas por ideas demasiado dramáticas.

Le tocaba a Ivana sacar la pelota, ella la miraba fijamente y Leslie supo que le lanzaría la pelota. Ivana elevó el balón y lo golpeó con la palma de la mano, la pelota salió disparada, cruzó la red de vóley, Leslie tragó saliva y se preparó pare recibir el impacto pero vio, por el rabillo del ojo, como una figura a cuatro patas cruzaba por detrás del callejón que había entre la casa de sus tíos y la casa vecina, justo frente al bosque.

Y la pelota se estrelló en su cara.

Leslie cayó de bruces y se lastimó los codos con las piedras que estaban en el suelo, pero ignoró el dolor y clavó la vista en el callejón, estaba vacío pero ella estaba segura de que no se había imaginando nada.

El bosque de las brujasWhere stories live. Discover now