"43"

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     La tensión en la oficina se vuelve más y más densa a cada respiro. Siento agarrotados los músculos debido al peso de los nervios. A pesar de haber sido amenazado con un arma, Helsen luce tan pasivo, quieto, que me dan ganas de gritarle que despierte de su sueño, que salga de su arriesgado ensimismamiento.

Andrea por su parte se masajea las sienes, la preocupación usurpa agresivamente la sonrisa del minuto pasado.

—No sé de que hablas—concreta Helsen, sin apartar la mirada de Eros.

Eros finge una sonrisa y mi corazón se salta un latido cuando extrae el revólver del pantalón. La sangre se me acumula en la cabeza y una serie náuseas se hacen presentes cuando saca cinco de las seis balas del arma y las deja encima del escritorio.

Helsen no mueve ni un músculo, tan opuesto al abogado que necesita el soporte de la silla para no desvanecerse sobre la alfombra.

—¿Ah, no?—inquiere Eros, colocando el tambor de a su posición.

—Eros—musito, un temblor me toma la voz.

Me ignora. Pone a girar el tambor antes de detenerlo.

—Vamos a jugar a la ruleta alemana—decreta, el sonido del seguro envía escalofríos a mi columna—. Si a la tercera no me respondes y sigues ileso, coloco el revólver en automático, ¿qué te parece?

—Déjate de tonterías.

Andrea tiene la intención de acercarse, Eros le obliga a detenerse apuntando hacia él. Al pobre hombre se le van a escapar los ojos como a mí el corazón.

—No te muevas—advierte, volviendo el cañón a Helsen—. ¿Dónde se esconde Zane?

Resopla y rueda los ojos.

—No lo s...

Sus palabras son cortadas al Eros direccionar el cañón a su muslo y apretar el gatillo. Por instinto me cubro las orejas, pero no pasa nada. Helsen continúa inmerso en la calma, quiero zarandearlo para que reaccione y haga o diga algo. Andrea empieza a transpirar, se limpia el sudor de la frente con la manga del saco, susurrado para sí mismo.

Eros y Helsen comparten una mirada intensa, de esas que te erizan los vellos de  los brazos y te hacen querer esconderte bajo la cama. Ninguno dice nada, se limitan a retarse y maldecirse a través de ese gesto.

—¿Dónde se esconde Zane?—repite Eros, afincando el acento en cada palabra.

Helsen niega.

—Te estoy diciendo que no lo sé.

Eros vuelve apuntar al muslo de su tío y antes de tener la oportunidad de gritarle que se detenga, aprieta el gatillo por segunda vez. Cierro los ojos, al no escuchar ningún quejido los vuelvo abrir despacio. En este momento no me importa lo que Helsen haya hecho, lo único que deseo es que Eros baje ese maldito revólver.

—¡Para ya!—grita Andrea.

Ni se inmuta. Se pone de pie, su semblante rojo y endurecido. Ha perdido el control de sí mismo, se le nota en la mirada repleta de agraviantes. Mi corazón se detiene al verlo dirigir el cañón al estómago de Helsen y contra todo juicio lógico, me pongo de pie para intentar hacer algo, sin embargo, el grito que pega me devuelve a la silla.

—¡¿DÓNDE SE ESCONDE ZANE?!

—¡NO LO SÉ!

El ruido del seguro automático llena la sala de terror, mi vista se nubla y latidos cesan su andar apremiante. Me cubro los oídos y cierro los ojos dando por sentada la tragedia. Pero es Andrea quien le detiene de apretar el gatillo por tercera vez.

The German Way #1 ✓ YA EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now