"19"

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"You're scared to win, you're scared to lose
I've heard the war was over if you really choose"

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—Profesor me permite la palabra un momento, ¿sí?—escuchar la voz chillona de Irina me hace replantear mi suerte, las únicas clases que comparto con ella, todas son a primera hora del día, cuando mis oídos permanecen sensibles de las pocas horas de descanso—. Será rápido, ni cuenta se dará.

Declan levanta el rostro de la pila de hojas de ejercicios sin corregir. Tengo la teoría de que los profesores al poner un pie fuera de las murallas de concreto y ladrillo de Varsity, su mente suprime el detalle de que trabajan aquí. Siempre se toman un tiempo antes de iniciar la lección para culminar el deber de los deberes que nos imponen. Impresionante.

No tengo ninguna queja reservada en contra de Declan, el recién nombrado abuelo. Es un señor de aires relajados, va por la vida sin preocuparse de más, como por ejemplo, que me dedique sin pena y con mucha gloria a consumir la empalagosa malteada de vainilla y galletas que me recibió cuando salte a la camioneta de Eros.

En una semana y un día que ha transcurrido desde la cita, me recibe uno apenas salto al interior de la camioneta. El primer pensamiento en estrellarse en mi consciencia fue 'Hera le dijo que lo comprase', entonces recordé que hace semanas, cuando comencé las horas comunitarias, realizó el mismo gesto encantador.

No supe responder más que con un escueto gracias, con o sin Hera presente, me sentía en exceso cohibida para estamparle el beso que la boca me pedía.

—Adelante—cede el sigiloso profesor.

Irina aplaude clamando la atención de todos. Dejo de releer el tema acordado para la clase, taxonomía vegetal, en la silenciosa compañía de Eros, para desembocar mi absoluta atención en la chica.

—Nuestra suprema directora Roselind Wihitman me concedió el honor de recordarles que revisen sus correos escolares—comienza a informar—, ahí encontrarán toda la información detallada sobre el viaje a las cataras del Niágara por vacaciones de navidad.

Paula se acerca a su costado, mascando sonoramente un pedazo de chicle. Su presencia fastidia y perturba a Irina, los ojos casi se le salen de las cuencas de tan dramática rodada de ojos.

—En unas semanas necesitará la confirmación de la asistencia, así que abran los putos ojos de mierda para leer o...

—Señorita Pérez—Declan interrumpe el diccionario de insultos—. El punto se comprendió, ¿o no muchachos?

Un se alza y rebota al unísono dentro de las paredes del aula.

Paula se encoje de hombros y regresa a su puesto.

—Hago mi trabajo, profesor.

Los cuchicheos retornan. Me cuestiono si vale la pena ese viaje prometido, único y exclusivo para los próximos graduados. Los estudiantes del año anterior no rebosaron de alegría, lo llamaron una pérdida de dinero y eso no me lo puedo permitir, sin embargo, son dos puntos extras a la materia más baja y aritmética me tiene en cada clase sentada al filo del asiento.

—Eso sí me interesa—dice Hunter, metiendo la cabeza entre el hombro de Eros y el mío—.  ¿Iremos o prefieren vivir en paz?

Hera gira el rostro para atraparnos en su mirada celeste y hermosamente ponzoñosa.

—Tengo mis dudas, necesito leer ese informe primero—responde despectiva—. Conociendo los presupuestos de chistes de Whitman, no sé qué pensar.

—Probablemente nos envíe caminando a la frontera—acota Lulú, soltando una risita.

The German Way #1 ✓ YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora