"9"

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"It's so sweet, swinging to the beat,
When I know that you're doin' it all for me..."
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He permanecido los últimos diez minutos observando a mis pies, sosteniendo la caja contra mi estómago, obligándome a recolectar pedazos de valentía en un flojo intento por regresar el aparato eludiendo los tirones de incomodidad en mi pecho.

Solo es cuestión de acercarme, darle las gracias, dejarle la caja y regresar con las chicas. Sencillo.

¿Entonces por qué sigo aquí?

Me torturo el labio inferior a mordiscos. Martín dejó en claro que si me llega a ver el celular, haría que me echaran del trabajo y la verdad, es que tener un celular regalado por Eros, tampoco me resulta del todo convincente. No sé con qué intención lo haya hecho, si por genuino interés para que no ande por la vida sin comunicación o porque le fascina gastar dinero.

Puede que una mezcla de ambas, está bien., lo que produjo mi insomnio no fue eso, fue otra cosa: la nota. ¿Qué significa eso de seguir su instinto? No llegué a ninguna conclusión, porque no tengo idea ni siquiera por dónde comenzar a sacarlas.

—¿Estás bien?

Alex, una morena ojos ámbar pregunta con interés. Apretujo la caja escondida dentro del suéter, asintiendo.

—Ya vuelvo.

Vislumbro a Eros hablando con Dexter, un chico de otra sección. Va recién afeitado, el cabello algo desordenado y una sonrisa que muestra cuán perfectos tiene los dientes. En eso se nota que el dinero le sobra a montones ridículos, por la manera que fuma y todavía tiene el descaro de lucir esa dentadura.

Me acerco a ellos con la cara gacha y las manos engarzadas dentro del suéter. Eros nota mi presencia, de inmediato y sin decoro alguno, pasea la mirada desde mis pies hasta mis labios y subirlos a mis ojos, despertando unas locas ansias de darme la vuelta y salir corriendo.

—¿Podemos hablar un segundo?—pido en un murmuro. Eros ojea al chico que, no sin antes darme una mirada rápida, se va con el resto del grupo. Eros se acerca a mí, y antes de que pueda decir algo, saco la caja del suéter y se la tiendo, evitando sus luceros persistentes—. No puedo aceptarlo, te lo agradezco mucho, pero...

—No—me interrumpe—. No lo quiero de vuelta. Bótalo, quémalo, arrójalo al mar, no me interesa, pero no lo voy aceptar de vuelta. Es un simple celular, ¿qué te cuesta dejar el orgullo a un lado y aceptarlo?

—No es por orgullosa, Eros—tuerzo el gesto—. Es que de verdad no puedo. Me ha costado una discusión con mi hermano.

—No me importa lo que quiera tu hermano, Sol—musita, su mirada extrañamente suave divagando por mi rostro—, me importa lo que quieras tú.

Aparto la mirada más afectada por la suya que molesta. Me enerva que tenga el poder de barbotear simples palabras y con eso revolver cientos de sensaciones que me adjudican la irrefutable necesidad de cambiarme de ropa interior.

Como justo ahora, evocando sin siquiera desear, el fantasma de sus labios explorando los míos.

—No puedo, es mucho. De verdad que no puedo.

Su resoplido acaricia el costado de mi cabeza.

—¿Mucho? ¿No lo aceptas por qué es 'mucho'?

—Bueno, sí. Un chocolate bastaría, si es que querías hacerme sentir mejor—carraspeo—. Además, ya tengo otro, no hace falta, en serio.

Sin aviso, me quita la caja de las manos y levanta el brazo en dirección a alguien a mi espalda.

The German Way #1 ✓ YA EN LIBRERÍASHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin