○ Día 20: Seguridad ○

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Tres truenos seguidos resonaron por todo París, las gruesas gotas impactaban sin piedad por las calles, y la tarde estaba tan obscura que cualquiera diría que era de noche

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Tres truenos seguidos resonaron por todo París, las gruesas gotas impactaban sin piedad por las calles, y la tarde estaba tan obscura que cualquiera diría que era de noche.

Un pequeño niño se encontraba jugando en la sala de su hogar, y no pudo evitar dar un gritito y soltar lágrimas al escuchar los truenos. Llevaba así un buen rato, pero no quería interrumpir el trabajo de su madre ahora que había estado emocionada por tener inspiración.

Sin embargo, la azabache había escuchado a la perfección el grito de su hijo, y no dudó en salir corriendo hacia él.

—¡Hugo! —exclamó llegando a la sala —¿Estás bien? ¿Por qué lloras, bebé?

El susodicho no tardó en estirar sus cortos brazos hacia su madre para que pueda cargarlo, y cuando se sintió seguro ahí, se permitió hablar tan bien como podía.

No es como si a tu primer año de vida tus padres te puedan entender a la perfección.

—Miedo...—susurró con voz rasposa.

—No tengas miedo, Hugo. Estoy aquí contigo. —dijo Marinette sentándose en el mueble y acurrucándolo más en su pecho. —Además, la lluvia es muy bonita.

El ojiverde negó con la cabeza ante lo dijo lo su progenitora, visualizó a su gato durmiendo en el mueble y no dudó en poner su diminuto pie detrás de su oreja para acariciarlo.

—Abrazos ya está viejo, ¿no crees? —su hijo asintió, y ella sonrió con nostalgia —Ahora solo duerme y duerme... Recuerdo cuando era un bebé, tu padre llegó un día de la nada y quiso que nos lo quedemos.

—¿Papi? —su madre asintió acariciando su cabello —¿Dónde está? —preguntó con algo de miedo.

Marinette tampoco pudo evitar preocuparse, aunque tal vez no debería. Era el turno de Adrien salir a patrullar la ciudad, pero se estaba demorando un poco más de lo usual y no sabía porqué.

—No demora en llegar, tranquilo.

Fueron dos minutos en los que estuvieron en silencio. Hugo estaba por dormirse en el pecho de su madre si no fuera porque otro trueno resonó en la ciudad, y el pequeño estalló en llanto.

—Shh...—la mayor se puso de pie y empezó a tararear una canción —No temas, pequeño. Estás seguro con mami.

Él lo sabía a la perfección, pero el hecho de que su padre no se encuentre ahí con ellos le daba un poco de inseguridad. Hugo quería ver a su padre, quería asegurarse de que esté bien.

—Papá...—murmuró con voz ahogada —¡Papi!

Marinette lo apretó más en su abrazo sin llegar a hacerle daño.

—Papá ya viene, Hugo. Tranquilo. —se escucharon unos toques en la ventana, ella sonrió con alivio para después retirar la cortina y abrir la ventana —Mira quién llegó —canturreó dirigiéndose a su hijo.

—¿Alguien llamaba a este papi? —preguntó señalándose arrogantemente antes de darle un beso en los labios a su esposa —Todo está en orden allá afuera, Princesa.

—¡Papi! —exclamó Hugo con los ojos llorosos, y Chat Noir no dudó en tomarlo en brazos cuando estuvo por completo en su departamento, mojando un poco el piso.

—Te voy a mojar, pequeño. —dijo en medio de una risa, pero el azabache hizo oídos sordos y se acurrucó en su pecho.

—Demoraste hoy...—comentó Marinette.

—Oh, traje esto para ti —dirigió una de sus manos a su espalda, y sacó la rosa roja que estaba en su cinturón —No hay que perder las costumbres, bichito.

La Dupain había hablado de no traerle rosas cada día, pero eso no quería decir que Adrien tenga que hacerle caso. Cada noche había una rosa más en el florero al lado de su cama, y cuando éste se llenaba, las ponía en las macetas de su balcón.

Ella rodó los ojos con una tierna sonrisa y los ojos brillosos.

—Gracias, Gatito.

De un momento a otro, la luz de sala y del estudio de la chica se apagaron. Todo París quedó a obscuras al mismo tiempo que se escuchaban truenos desde lo alto.

Hugo dio un salto en los brazos de su padre y se aferró más a él, buscando protección y seguridad.

—Menuda tormenta —comentó Marinette con una mueca.

—¿Nuestro gatito tiene miedo? —preguntó tratando de levantar el rostro de su hijo. —No temas, Hugo. Estás seguro con nosotros, tus padres.

Chat Noir tomó la mano de Marinette para guiarla hasta su habitación, sintiendo que Abrazos los seguía detrás.

El rubio los metió bajo las sábanas y acurrucó a su hijo entre ambos. Marinette le dio un suave beso en la frente mientras su primogénito acariciaba a su padre detrás de las orejas de su traje. Hace unos días había descubierto su ronroneo y lo hacía cada vez que tenía oportunidad, como ahora.

—Mientras estés con nosotros, no va a pasarte absolutamente nada —aseguró la ojiazul. —No tienes porqué temer.

—Nosotros mismos somos nuestro lugar seguro. Tu lugar seguro.

Hugo asintió antes de caer completamente dormido, sintiéndose seguro ante sus palabras, y confiando en que así sería siempre.

🌹🌹🌹

Esta idea se me hizo muy tierna, y realmente fue lo primero que se me vino a la mente jakdjsjdkw.

Realmente no hay mucho por decir. Espero que les haya gustado y se encuentren de maravilla. ¡Nos leemos mañana con Noche de películas! Los adoro, besitos✨✌🏻

🌹 Día 20, Seguridad: ¡Listo! ✅
—Bogaboo💕✨

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