Capitulo VI: Viejo amigo, nuevo enemigo; Revelaciones (II/III)

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II

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II

Aren

A esa hora de la mañana el sol iluminaba con rayos plateados, más bien fríos, el rocío en los arbustos que se desvanecía poco a poco.

El soldado que sostenía mis manos atadas caminaba delante de mí. Abriendo el grupo iba Gerald con un porte altivo, irradiando seguridad y arrogancia. Jamás en toda mi vida me habían humillado tanto, ni siquiera cuando antaño se burlaban de mi familia, haciendo alusión a la traición de mi tío abuelo Erick. Además, el lazo del cautivo aparte de dejarme sin mi poder mágico me daba una sensación de ahogo, me costaba respirar.

Llegamos al abrevadero donde varios veörmirs permanecían atados. Cada uno de los soldados montó un animal, incluso yo, detrás de mí subió el capitán. Con su trotar pausado, los veörmirs iniciaron la marcha.

—¿A dónde me lleváis? —le pregunté al capitán.

— Al Fortín, el dreki desea interrogaros. Esas mujeres que protegéis son unas asesinas. Su Alteza lleva varias lunas buscándolas.

—No sé dónde están. Cuando desperté no se encontraban en la posada.

El capitán no me contestó y el resto del viaje ignoró todos mis intentos porque me soltara, de convencerlo de que nada tenía que ver con las fugitivas que buscaban.

Cuando salimos de Fiskr Haurg nos dirigimos hacia el sur, asumí que, rumbo al Fortín, sede del ejército de Doromir. Mi situación no me importaba tanto. En lo único que podía pensar era en la seguridad de Ariana y Keysa.

Calculaba que habíamos avanzado algunas dos leguas y ahora transitábamos por un campo abierto, desnudo de árboles. Levanté el rostro al cielo despejado y casi me caigo del caballo cuando vi, sobrevolando nuestras cabezas, al Haukr de sombra.

Continuaban vigilándome y era evidente que el hacedor del hechizo oscuro no era Gerald como había supuesto. Estaba desconcertado. ¿Quién seguía mis pasos? Debía preocuparme no solo de Gerald y la cacería que mantenía sobre Ariana, sino también de un desconocido hechicero oscuro que me seguía a mí, tal vez con el fin de evitar que encontrara ayuda para mi reino.

Sumergido como estaba en mis pensamientos, tardé en notar que el alboroto de los soldados había mermado al punto de cabalgar en silencio. El sonido de los animales del bosque y las ramas de los árboles agitadas por la brisa veraniega eran los únicos murmullos que nos acompañaban.

Me giré y tuve que sofocar un grito al darme cuenta de que detrás de nosotros los soldados habían desaparecido. Mi agitación debió alertar al capitán porque él también volteó; pero a diferencia de mí lanzó una maldición.

—¡Excelencia! —gritó el capitán alertando a Gerald— ¡Tenemos un problema!

Gerald de inmediato se volteó.

—No descuides al Augsveriano, ella viene por él y la estaremos esperando.

Ambos detuvieron la marcha. Yo empecé a mirar a mí alrededor buscando la causa de la desaparición de los soldados. Gerald, adelante, encendió su poder espiritual y un resplandor verde esmeralda cubrió sus manos, desenvainó la espada y se puso en guardia.

Augsvert I: El retorno de la hechicera (COMPLETA)Where stories live. Discover now