Capitulo VIII: El poder de la amistad (II/III)

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II

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II

Keysa

Por la mañana, Soriana le pidió a la posadera nos preparara dos baños. Primero se aseó ella y luego lo hice yo, de manera qué cuando bajé a desayunar, ella ya estaba sentada a la mesa con Aren.

El recuerdo de la masacre que Soriana cometió en el palacio del Amanecer hacía doce lunaciones la había entristecido profundamente. Yo lo sabía, lo noté la noche anterior en su mirada y su actitud taciturna. Creí que su estado de ánimo no mejoraría mucho por la mañana, por eso me sorprendí cuando al bajar a comer la encontré riendo en voz baja junto a Aren.

Se sentaban uno frente al otro, delante tenían varios panecillos espolvoreados de azúcar, bollos de maíz, mantequilla, queso de cabra fresco, huevos cocidos y zumo de frutas, olía delicioso. Soriana se reía de algo que Aren le decía. Cuando el sorcere me vio me dedicó una radiante sonrisa también a mí.

—¡Bendiciones a ambos! —dije mientras me sentaba a la mesa— ¿Por qué están riendo?

—Recordábamos la vez en que Soriana quemó una cesta de melocotones de pura rabia —dijo Aren mientras la miraba entre tiernas sonrisas. Aquello se me hizo extraño, sobre todo porque Soriana lo veía a él de la misma forma, una mirada nada habitual en ella.

—Ah, ¿sí? Desde que estabas en Augsvert eras mal geniada —dije esperando una reprimenda por parte de ella, pero el lugar de eso, Soriana volteó a ver a Aren.

—¡No era mal geniada en Augsvert!

—Sí, lo eras. Esa vez quemaste todo el cesto de melocotones y todavía no entiendo por qué. Tuve que subir muy alto en el árbol para recolectarlos de nuevo.

—¡Se los ibas a dar a Englina! —dijo Soriana enfurruñándose. De pronto su expresión la hizo parecer más joven a pesar del espeso bigote y la barba del disfraz.

—¡Claro que no! —le contestó Aren sin dejar de sonreír—. No todos, al menos, los mejores iban a ser para ti.

Parpadeé varias veces pues me pareció ver un sonrojo en la pequeña porción de mejillas de que permanecía sin cubrir por el pelo de la barba. Lo que sí era un hecho es que apartó la mirada de Aren y no volvió a hablar, concentrándose en comer su desayuno.

Los miré a ambos, sorprendida, primero a uno y luego al otro, los dos comían en silencio con sus rostros sonrientes y ruborizados. ¿De qué me había perdido mientras me bañaba? Llevaban todo el viaje discutiendo y tratándose de una manera descortés, pero esa mañana eran amables el uno con el otro y para mi total desconcierto, se veían felices. Además, Soriana comía con gusto, como llevaba mucho tiempo sin hacer.

No continué dándole importancia, tal vez el hecho de sincerarse había repercutido positivamente en su maltrecha relación.

Después de desayunar nos pusimos en marcha. Lo primero que hicimos fue buscar las monturas en el pequeño establo con el que contaba la posada, luego iríamos a aprovisionarnos de agua, carne seca, pan de corteza y queso. Soriana quería, además, reponer las tinturas y los polvos usados en nuestros disfraces.

Augsvert I: El retorno de la hechicera (COMPLETA)Where stories live. Discover now