40. Un encuentro, una advertencia

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Murmuraba, con una clara indignación que parecía no ser solo reservada para su tono, si no también para cada una de las expresiones que pasaban a prisa por su rostro.

Erwin se preguntó cómo era posible eso.

Lo observó en silencio mientras caminaba a través del pasillo y cruzaba hacia el patio, y por un momento, la luz de luna le dio por completo; y fue ahí cuando Erwin pudo finalmente reconocer los gruesos calcetines color lavanda que se movían suavemente por el adoquín del patio.

Félix Kaiser, pensó al verlo andar directamente hacia él. El chico continuaba hundido en su propio monólogo, mirando con el ceño fruncido al gato que ronroneaba contra su pecho.

Erwin aguardó pacientemente a que se diera cuenta de que no era el único despierto, otra vez.

—Y tu deja de hacer eso, ¿quieres? Vas a llenarme la pijama de pelos —dijo, quejándose como un niño pequeño al no tener postre. Cuando cruzó el patio enteramente, se movió en diagonal e ingresó al pasillo donde él se encontraba, andando a lo que probablemente era la puerta principal—. Celia va a darse cuenta de que algo estábamos ocultando si me ve la camiseta así, tu animal del demonio.

El gato maulló y el chico siseó, y Erwin lo observó en silencio y con gracia cuando pasó junto a él sin siquiera reparar en su presencia.

Él, aún recargado contra el pilar y con los brazos cruzados, los papeles aplastados contra su pecho y más que olvidados, se giró a medida que el chico avanzaba hasta casi el final del pasillo.

Los mechones oscuros capturaban los pocos rayos de luna que atravesaban por los espacios de los arcos, y Erwin, con cuidado, con lentitud, se enderezó y caminó detrás de Félix Kaiser en silencio.

—...Próxima vez les diré que se metan sus malditas ideas por el cu-

Erwin se ahogó con su propia saliva y el chico se detuvo en seco.

—¿...Félix?

Félix Kaiser giró en redondo, con el gato acurrucado contra su pecho, y sus brillantes ojos verdes se le abrieron de par en par.

—Comandante Erwin...

—¿Te encuentras bien?

—Uh... Sí —murmuró, claramente cauteloso, mirando hacia abajo. El gatito le devolvió la mirada y maulló suavemente—. Uh... No es lo que cree.

Lo abrupto de sus palabras le sacó una sonrisa, porque le recordaba un poco a lo ocurrido en su oficina un par de semanas atrás, a la manera tan decidida del chico de enfrentarlo sobre su entonces obvia hambre que padecía.

Las mejillas del chico se pintaron de un suave color rosado, resaltado tímidamente por la luz de luna por un costado y las flamas de la antorcha por el otro.

—Ya veo —le respondió él alargando su brazo hasta poder acariciar al gato que cargaba. El animal ronroneó y se frotó contra sus dedos, gustoso por la atención—. ¿Y? ¿Por qué un gato?

El chico se encogió de hombros, mirando al animal con el ceño fruncido, aunque el color en sus mejillas le hacía ver adorable, de una manera en la que Erwin no podía realmente explicar.

—Mis amigos creyeron que sería una buena idea, pero uno de ellos escuchó al capitán Levi quejarse sobre muchos pelos en uno de los sofás y se asustó.

Una pequeña risa se le escapó de entre los labios y Félix alzó la mirada a prisa, el color en sus mejillas volviéndose ligeramente más oscuro.

—¿Y el culpable fue este pequeño?

—¿Uh? A-ah, sí, fue ella, es una ella de hecho. Es una gata que recién tuvo una camada, pero el resto de los gatitos fueron regalados —el azabache se encogió de hombros y bajó la mirada de nuevo hacia la minina. Erwin también, porque la verdad es que era un animal muy lindo—. Alex tuvo la grandiosa idea de adoptar uno, como si pudiéramos claro, el muy idiota, pero por supuesto que las cosas se complicarían y yo tendría que lidiar con esto.

Friend of the Devil ━shingeki no kyojinWhere stories live. Discover now