La vida de Blake Jonhson era genial y encantadora, tenía una familia que la adoraba y una mejor amiga que la apoyaba en todas sus aventuras.
Pero todo eso se fue a la mierda cuando asistió a una de las típicas fiestas de fraternidad en su instituto...
Doy un largo y pesado suspiro, veo el gran portón color bronce delante de mí y todo se vuelve cada vez más difícil.
—No sé qué decir... desearía...—Él me interrumpe—
—Una corta despedida sería mejor. —Su voz se rompió—
—Jamás te olvidaré...—Sollozo—Adiós.
Camino en dirección a la entrada, pero antes de entrar me detengo.
—¡Aiden! —Grito antes que se vaya—
Él se voltea confuso hacia mí, corro hasta él y me lanzo en sus brazos, me envuelve y me presiona con fuerza contra él.
—¿Un último beso?
Toma mi rostro entre sus manos y une nuestros labios, un beso lleno de miedo y desesperación, no quiero soltarlo porque siento que desaparecerá, pero si seguimos aquí alguien podría vernos.
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—Vete...—Murmuro entre besos—Vete, Aiden.
Mis ojos están empapados en lágrimas y él las limpia con sus pulgares.
—Te amo, Aiden. —Miro sus ojos azules, están cristalizados igual que los míos—No lo olvides.
—Tú no lo olvides, Blake.
Lo beso por última vez y corro hasta la puerta principal de mi casa, cuando volteó él ya no está. Ahogo un sollozo en mi mano antes de tocar la puerta.
A los minutos mi mamá es quien abre.
—Mami. —Comienzo a llorar lanzándome en sus brazos—
—Blake. —Me tomo entre sus brazos, siento como su pecho se aprieta y ella también comienza a llorar—Dios mío, estás en casa.
Toma mi rostro entre sus manos y me vuelve abrazar.
—Mamá...—Lloró como una niña pequeña—
No sólo estoy llorando por el reencuentro con mi mamá, parte de este llanto también es por Aiden. Aunque no puedo negar que extrañe a mi mamá.
—Mi niña. —Ella solloza, aún abrazadas caminamos hasta el living—¡¡Robert, ven corre!!
—¡¿Qué pasa?! ¡¿Magnus llamó?! —Mi padre baja desesperado las escaleras—
Se ve bastante descuidado, se nota que no ha dormido bien en días y su barba está sin afeitar.
—Blake...—Es lo único que dice—
—Hola, papá. —Sonrío con las mejillas empapadas—Estoy en casa.
—Bien hecho. —Sus ojos se humedecen, da un paso hacía mí y me envuelve entre sus brazos—Mi angelito... te extrañé mucho.
