Capítulo 25: Hasta pronto

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—Estoy buscando trabajo. —Estiró sus manos y las colocó sobre las mías.

—¿Por qué?

Mamá entrelazó sus dedos con los míos y bajó la mirada.

—No voy a permitir que te vayas —susurró, pero eso no le quitó la seguridad a su afirmación—; y si no te vas, tu padre ya no nos mantendrá, así que tengo que empezar a ver por los dos.

Abrí los ojos, sorprendido. Retiré mis manos de las suyas y las metí en los bolsillos de mi sudadera. Necesitaba dejarle las cosas en claro y su contacto solo me hacía más endeble.

—Estella, me voy a ir mañana a Connecticut —repliqué.

—¡He dicho que no! —Alzó el rostro, mostrándome cuán cerca estaban sus ojos azules de llenarse de lágrimas—. Me pondré a trabajar, y tú también lo harás. Venderemos algunas cosas...

—Mamá —la interrumpí—, no puedes hacerte esto solo porque me equivoqué.

—Josh, tú no hiciste nada grave; el resto del mundo está mal por tomárselo así. —Tenía las manos en el regazo; aferró los dedos a la tela de su pantalón—. No me puedes dejar sola. —Bajó la cabeza, y su largo suspiro se convirtió en un llanto doloroso.

—Y yo no quiero hacerte trabajar más de lo que ya lo has hecho. —Estiré los brazos y la atraje a mí. No era tan pequeña, pero sí me sentí su protector en ese momento—. Debo irme, mamá.

Se quedó en silencio y negó con la cabeza sin despegarse de mí.

—Solo será un tiempo; estaré de regreso más rápido de lo que te imaginas —le susurré al oído—. Quizá, se le acabe el coraje y me deje volver. Además, pronto serán las vacaciones de verano y, si me comporto, puedo pasarlas aquí. En el peor de los casos, volveré para ir a la universidad, no falta mucho.

—¿Me lo prometes?

Asentí.

En ese entonces, creí que sería capaz de mantener mis palabras. No me juzguen, porque pronto fue como si la vida misma se hubiese empeñado en evitar que regresara y me mantuviera viviendo en Estados Unidos hasta la fecha en la que me encuentro contándoles esto.

 No me juzguen, porque pronto fue como si la vida misma se hubiese empeñado en evitar que regresara y me mantuviera viviendo en Estados Unidos hasta la fecha en la que me encuentro contándoles esto

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Salí de casa con una enorme maleta de llantas y mi mochila en la espalda. Era un lunes, el primer día de la semana, y se suponía que debía levantarme también a las siete para estar listo a las ocho y llegar a tiempo al colegio.

Esa mañana hice lo mismo de siempre, solo que ahora, en lugar de mi bicicleta, me aguardaba un taxi para llevarme al aeropuerto más cercano. Creo que mamá no quiso usar su coche por temor a terminar tan destrozada con mi partida y ser incapaz de conducir.

Yo estaba ansioso, no había podido dormir en toda la noche; estuve soñando con Charles. Me reencontraba con él en un parque enorme. Quería abrazarlo, sostener su rostro y besarlo con intensidad, pero no tardó en desvanecerse.

La obra de un artista fugitivo | ✅ |Where stories live. Discover now