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—____ ¿Puedes llevarle la comida por mí?

—¡Agh! —Se frotó la cara con enojo mientras estaba en la sala—. ¿Por qué yo? ¿Por qué no van las sirvientas?

—Ya es noche, ya se fueron. —Recordó.

—Carajo... —Se quejó en voz alta, aventó su libreta al sofá.

Molesta, caminó hasta la cocina donde estaba esperándola una bandeja de plata con un poco de comida en diferentes platos, un vaso con agua y una diminuta pastilla en una esquina, pareciera que era marginada por la comida que si tenía un buen sabor a comparación del suyo que era ácido y amargo.

—Gracias. —Le sonrió felíz mientras seguía arreglando unas cosas en la cocina.

La jóven soltó un bufido y se marchó de ahí con la bandeja en manos, mientras subía las escaleras se iba re pasando mentalmente que no tenía que perder tiempo en esa habitación, solo era entrar, dejar las cosas y salir azotando la puerta con coraje, no había porque prestar más de su tiempo y paciencia en ese ser tan despreciable.

Llegó al tercer piso, inhaló el aire suficiente para soltar un suspiro cansado que movería unos cuantos cabellos que había en su rostro. Caminó a la primer habitación del lado izquierdo, se puso en frente de ella y con cuidado de no tirar las cosas, sujetó con una sola mano la charola, abriendo con la otra la puerta, girando de su perilla que estaba sin llave. Al entrar pudo ver como casi toda la habitación estaba oscura, solo poca luz entraba por el ventanal grande que había en la pared de al fondo, el lugar a pesar de lo limpio que estaba lucía mal, se adentró en la habitación, dejando la charola de comida en la mesita de noche que estaba desocupada, se dió la vuelta dispuesta a salir de la habitación cuanto antes.

—¿Por qué tanta prisa? —Con cautela se sentó en su cama—. ¿Acaso me robaste algo?

—No tengo necesidad de robarte nada. —Contestó tajante, aún dándole la espalda.

—¿Entonces por qué te vas? ¿Qué? ¿Anthony te pega si te ve con otro chico?

—No —se dió la vuelta, teniendo los brazos cruzados—, afortunadamente no es una mierda como tú.

—Que aún no te haya puesto la mano encima no significa que no sea igual o peor que yo. —Tomó el vaso de agua y la pastilla, tragándose el líquido y el medicamento de una sola vez.

El pelinegro tenía el torso descubierto, tenía unas vendas que rodeaban por completo su cintura; a pesar de que ya habían pasado dos semanas, aún tenía marcas en la cara y en los brazos.

—A demostrado ser mejor que tú, él no es un cobarde que suelta información para tener piedad.

—¿Aún sigues molesta por eso? Vamos querida, supera las cosas, estás aquí y lo que hay entre tus piernas sigue intacto, siéntete felíz. —La menor se acercó a él, dándole una buena bofetada en la mejilla que aún tenía herida.

—Eres un maldito malnacido, como desearía haberte dejado a tu suerte ahí. —Escupió con coraje.

La menor llegó a la puerta, antes de salir logró escuchar lo último que dijo antes de que cerrara la puerta de la habitación.

—¡Tarde o temprano te arrepentirás de haberle salvado la vida a los tres! —Soltó una risa molesta.

En ocasiones le daba tanto coraje escucharlo que hasta se le había cruzado por la mente cortarle las cuerdas bucales con unas tijeras oxidadas.

Al bajar todas las escaleras se dirigió a la sala nuevamente, tomó su libreta que dejó botada en los asientos y volvió a tomar asiento, sintiéndose tranquila otra vez.

♡︎ Love Dust ♡︎ [𝑨𝒏𝒈𝒆𝒍 𝒅𝒖𝒔𝒕 (𝑨𝒏𝒕𝒉𝒐𝒏𝒚) × 𝑳𝒆𝒄𝒕𝒐𝒓𝒂]Where stories live. Discover now