♡︎ Love Dust ♡︎ [𝑨𝒏𝒈𝒆𝒍 𝒅𝒖𝒔𝒕 (𝑨𝒏𝒕𝒉𝒐𝒏𝒚) × 𝑳𝒆𝒄𝒕𝒐𝒓𝒂]

♡︎ 22 ♡︎

Breve explicación del capítulo anterior antes de empezar.

Yo también quería seguir el drama pero la verdad consideré que habría demasiado relleno a lo tonto, así que brincamos 4 años para no andar escribiendo webadas innecesarias. Además de que creí que redactar el comienzo de la 2da G.M daría un poco de cringe.

En un fanfic con sexo, no clase de Historia.

En fin, cualquier duda, queja o consejo dejenlo en los comentarios.

Besos en las chichis.

_____________________________________

El camino era largo, el día estaba nublado y el auto parecía moverse a una velocidad que hacía parecer que los caracoles le llevaban una ventaja imposible de igualar.

Anthony iba leyendo un libro de tapas rojas con letras grandes, la chica que iba recargada en la ventana en frente de él solo intentaba descifrar el nombre, pero era difícil, el nombre estaba de cabeza desde su punto de vista, solo había logrado juntar un par de sílabas, al parecer decía "Lovec-

—¡Carajo! Tengo hambre. —Cerró de repente el libro, tapando el nombre que ya casi descubría, dejando botado el libro debajo de los asientos.

—Me espantaste. —Se quejó la castaña, soltando una risa mínima.

—Es que ya me cansé. —El chico se acostó boca abajo en los asientos que tenía para él solo, palmeando la tela, haciendo un ritmo gracioso como un niño.

—Cálmate, ya falta poco ¿Verdad? —Le preguntó al chófer.

—Unos 20 minutos. —Calculó a medias.

—Lo ves. —Volteó la chica, sonriéndole.

—Es mucho. —Se volteó, tapándose la cara mientras subía sus botas a uno de los costados del auto.

La chica negó divertida con la cabeza, alzó la vista y fijó sus ojos en la pulsera de flores rosadas que se dejó ver por fin, esa que ella misma le regaló hace cuatro años y sus sentimientos se enredaron de una manera espléndida, pues la tenía intacta.

—No sabía que aún conservabas la pulsera que te regalé. —Se ruborizó un poco, inclinándose un tanto hacía él, recargando sus codos en sus rodillas para sostener su rostro.

—Siempre la traigo, a excepción de cuando hago trabajos cansados. No quiero que se manche de sangre o se pierda. —Se descubrió su cara a medias, dejando su antebrazo sobre su cara, mirando feliz esa pulsera de un solo lado.—. ¿Tu aún tienes la tuya?

—Por supuesto, es una pulsera que jamás quisiera perder. —Se descubrió la muñeca, mirando las flores moradas.

—Fantástico. —Le sonrió coqueto.

—¿Aún recuerdas cuando las compré?

—Claro, fue el día que conocí la tumba de tu madre. —Volvió a cubrirse los ojos con en antebrazo, dejando colgado su brazo con la pulsera.

—Si... Ese día me encantó. —Sonrió nostálgica, borrando su sonrisa mientras quitaba la cortina de la ventana para ver hacía afuera.