Otro Invitado Sin Invitación

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- Debiluchos. – La sonrisa de Asari se volvió muy tensa, el agarre que G tenía en el brazo se hizo firme al punto de ser incomodo, y Giotto sudo frio y rezo porque no fuera a ocurrir un desastre justo ahora. - ¿Es cierto que ustedes derrotaron a parte de la banda terrorista hace unos meses? – Esto parecía un interrogatorio policial…

La sola actitud gritaba que este chico era de cuidado, que estaba molesto y era mejor no molestarlo más. Sea cual fuera el problema, este no era un encuentro que quisiera tener o siquiera repetir. Las esposas en una de las manos del chico, cosa que noto a última hora, le dijo a Giotto que en verdad no quería ningún problema con este chico.

- ¿Ah? – Sonriendo nervioso, muy incómodo con la situación, solo aclaro: - Ninguno de-

- ¡Alaude! - ¿Alaude?, ¿ese era el nombre de este chico? - ¿Que te he dicho de aterrorizar a la gente?, ¿y que rayos estas…? – Incluso el sheriff era perfectamente intimidado por esa mirada de muerte. – Olvídalo. – Mirándolos a ellos ahora, tratando por todos los medios de ignorar al chico con un aura negruzca y con una intención asesina inmensa, les dijo: - Me disculpo si Alaude les ha causado algún inconveniente, tiende a ser-¡Crash!

Un cuerpo voló unos metros, choco con una pared, cayo y de allí no se movió mas. El culpable, Alaude, ni siquiera dio un vistazo en dirección a su víctima, su mirada aun en ellos. 

- ¿Y bien? – Giotto sudo frio otra vez, mas allá de nervioso ahora.

No ayudaba que los demás adultos habían hecho retirada táctica. Y se supone que ellos son los responsables…

- Mira idiota, ninguno de nosotros es capaz de hacer lo que tu acabas de hacer con tanta facilidad, mucho menos derrotar a un grupo mafioso. – Santo Dios, ¿para qué abriste la boca G? – Ahora, si no te importa…

A Alaude claramente le importaba. Con lo que siguió, ¿qué rayos se le podía decir?

- No hay nadie digno en todo este lugar, solo debiluchos. – Un ceño fruncido y más ganas de matar. Sin diluir. – Me van a llevar a él o les hare la vida miserable como merecen por no ser dignos…

¿Dignos de que exactamente?, aunque por más que Giotto quisiera preguntar, su primera reacción fue cubrir la boca de G con más fuerza de la necesaria. Todo su cuerpo gritaba que corriera, no necesitaba que G empeorara la situación. Le temblaba las piernas como era.

En otro lugar, un hombre estornudo varias veces seguidas en un pañuelo. Con mala cara suspiro profundamente, volviendo a cerrar los ojos y acomodándose en la cama. En un rato tendría que levantarse e ir a ver cómo iba el almuerzo, pero no quería levantarse.

Ni siquiera tenía hambre, solo estaba cansado y tenía malestar. Entre sabanas y almohadas, miro afuera de la ventana abierta. El frio no lo molestaba tanto como el vidrio. Quería mirar directamente a lo que había afuera. Además, con los pequeños que entraban y salían a su antojo para visitarlo, ¿cómo podría cerrarles la entrada?

Sonrió un poco, alegre, al sentir a uno de sus pequeños meterse debajo de su cuello. Estaba rodeado, para su dicha. Algunos de ellos no tenían reparo de nada, y estaban contentos con “arreglar” su cabello. Otros querían su atención, jalando de las orejas o las manos, y su atención tenían. 

Esto no era nada para lo que había tenido antes. Era nada para lo que vivía en estas épocas. La migración de las aves significaba más que solo el ir de sus pequeños de un lado a otro, buscando zonas cálidas. Algunos de los pequeños que tenía ahora no deberían de estar aquí, ¿pero cómo podía regañarlos o negarles?, no los estaba guiando este año. No había guiado a nadie en más de una década. No había hecho falta, no lo hacía ahora.

Aun así, en medio de sus pequeños, en buena y grata compañía, con el cansancio y el leve malestar que tenía no eran una buena combinación. 

-… idea? – Giotto les dio una mirada a sus dos amigos, haciendo que bajaran la cabeza en vergüenza.

¿Qué diantres iban a hacer?, ¿pelear con el chico que de un solo golpe había noqueado a un adulto?, no creía que fueran a ser un mal chiste de combate, pero el punto era que no quería uno y menos con un chico que solo con su mirada de muerte lo intimidaba mucho. 

De cualquier forma, Alaude podría seguirlos sin problemas o alguien más podría traerlo a casa. Solo esperaba que el señor no fuera a molestarse…

- ¡Llegamos! – Esto fue dicho por solo una persona. 

Aun así, fueron los tres quienes reaccionaron ante la falta de respuesta a la cual se habían acostumbrado. Eso, y el silencio. 

- ¿Señor? – No se veía por ningún lado, que raro…

- ¿Alguien tiene ganas de sopa? – Asari sonrió apenado ante las miradas que obtuvo. - ¡Esta en el fuego!, el señor debe de estar por venir, está casi listo.

- ¿Llegaste directamente a eso? – Y aquí vamos otra vez, pensó Giotto para si con una mueca.

- ¿Que puedo decir? – Una corta risa. – Su comida es deliciosa. – En esto, lo quisieran o no, todos tenían que concordar.

La pelea que se iba a formar allí no inicio, cortada de tajo, por una tos falsa, recordándoles que no estaban solos y que alguien no estaba de los mejores humores. Por ello, se hizo silencio, esperando.

Minutos pasaron, y nada cambio. Si antes era incomodo, ahora aún más. Aun así, el tiempo pasaba y no había signos del señor.

- Chicos, no van a creer esto. – Asari comento, llegando de las exploraciones. 

Asari no había querido irse y dejar a sus dos amigos solos con Alaude, pero era lo más razonable de hacer y mientras más tiempo pasara más preocupados estaban todos. Asari era el más rápido, por decirlo de alguna manera, y era el más silencioso de ellos. Si el señor estaba ocupado o distraído haciendo algo, Asari no lo molestaría por accidente.

- ¿Esta bien? – Esto, sorprendentemente para ellos y que no debió serlo, fue al mismo tiempo por los otros dos. 

- Creo que se resfrió. – Lo cual no era una sorpresa para ninguno de los tres. No con la falta de cuidado que había tenido el hombre con mantenerse abrigado. – Vengan.

Minutos más tarde, el hombre con múltiples aves encima abrió los ojos con desgano, un gran sonrojo en sus mejillas y en la nariz, producto de una fiebre que no sabía que tenía. Encontrarse con un chico nuevo, muy cerca, jugueteando con uno de sus pequeños, y probablemente despertándolo accidentalmente, no era algo que se esperó.

- ¿Hola? – Saludo de todos modos, sin entender porque el chico se compuso como un rayo. No iba a decirle nada por jugar o mimar a uno de sus pequeños. - ¿Un nuevo amigo de los chicos?

Por un minuto o dos no ocurrió nada más que él chico desconocido lo mirara con gran intensidad. 

- Cielos… - Alguien más comento, seguramente en shock.

- ¿Podemos hacer esto otro día? – Solo había atajado un puño. No creía que el chico fuera a darle con fuerza, pero no quería lidiar con nada de esto.

El hombre perdió por completo el extraño brillo en los ojos del chico, pero no los otros. Para bien o para mal, ya no sería solo Asari quien se aparecería de la nada en la casa como si fuera la suya propia. 

Sky's MayhemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora