Epílogo

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Ese día hacia más frio de lo inusual en San Francisco, ya habían ocurrido dos accidentes de tránsito por las calles congeladas. Hacia frio, sin embargo, no nevaba, solo había una suave llovizna que acariciaba todo a su paso...

Todos los habitantes de San Francisco se mantenían en casa, tal y como hacían los que vivían en el edificio Grand Luxury. Algunos dormían, otros se preparaban desayunos o tomaban calientes duchas en el agradable silencio que envolvía la ciudad... y otros como ella, recién despertaban.

Solo que ella era la única que lo hacía desorientada.

Hanna Morgan sentía su cuerpo pesado, tan pesado que hasta hacer un poco de fuerza para sentarse, volvía a quedar recostada. Estaba sobre su cama, lo sabía porque veía el ventanal junto a ella, lo que no sabía era como había llegado ahí.

Su cabeza dolía, sus ojos ardían, sus brazos pulsaban y su abdomen dolía al igual que su espalda. Seguía sin saber porque tenía tan malestar físico, trataba de recordar si es que había estado en alguna fiesta la noche anterior, pues de haber sido hace unos meses la posibilidad de que hubiese estado en una fiesta muy alocada no sería tan descabellada, pero claro, hace unos meses...

Esa mañana fría sin embargo era diferente, ella se sentía diferente. Decidió darle tiempo a su mente mientras hacia un esfuerzo por sentarse y miro la ciudad por su ventanal.

La vista de San Francisco eran las mejores desde su Penthouse, veía cada edificio a sus pies y a la distancia lograba ver un poco del mar. Eran vistas hermosas con las que le gustaba despertar.

Su cabeza pesaba horrible y el dolor en su vientre se asemejaba a esas veces que le llegaba el periodo. Trataba de recordar, no comprendía bien porque le costaba, siempre solía embriagarse bastante y recordaba con claridad. Sabía que algo malo había ocurrido y su mente trataba de protegerla.

Se levantó apoyando sus manos en el colchón, sin embargo, el dolor en su entrepierna la obligo a volver a sentarse soltando un gemido de dolor. Su quejido alerto a alguien pues desde el otro lado de la puerta de entrada se escucharon suaves pisadas que Hanna no supo reconocer, no hasta que lo vio junto a sus piernas moviendo su cola.

La vista del Gran Danés le trajo a la mente los recuerdos y eso la petrifico mientras la obligo a llevar sus manos a su vientre.

La Elite quitándole los libros, Mohamed evitando su mirada, Alexey durmiéndola...

Apretó la tela de su camiseta y sintió como sus ojos se humedecieron con rapidez. Picaban y su nariz se arrugo mientras sus labios se abrieron haciéndola soltar un suspiro entrecortado.

Su Audrey...

El aire no entraba en sus pulmones, la habitación se sentía pequeña y las vistas de la ciudad ya no le parecían hermosas. Las lágrimas se deslizaron por sus mejillas y cerro sus ojos con fuerza apretando los labios mientras su mano tiritaba de lo fuerte que apretaba su camiseta.

Le habían quitado su hija, no la dejaron nacer, y tampoco dejaron que ella muriera con ella.

Ahora comprendía el dolor de Los Romanov.

No tuvo un rostro del cual despedirse, solo sabía de su existencia hace unas semanas, sin embargo, era su futura hija, lo que siempre deseo y supo que no podría tener. Recordó a los culpables y maldijo sus nombres con sus ojos sobre el vidrio.

Su respiración estaba agitada a pesar de que ella sentía que no podía respirar, se paró frente a la ventana viendo la ciudad, buscando relajarse, solo que no podía, sus ojos no dejaban de derramar lágrimas sobre sus mejillas y cuando no pudo aguantarlo más, grito.

Buscando el Paraiso (+21)Where stories live. Discover now