Capítulo 34

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Adrien

¿Mis amigos saben que Hanna tiene un bar? Si, ¿Mis amigos saben que el departamento en La City de Moscú es de ella? Si, ¿Saben entonces que ella es endemoniadamente rica y aunque juntáramos toda nuestra fortuna heredara y personal no alcanzaríamos ni el 3% de lo que ella tiene en los bancos? No.

Comenzaron a seguir a Hanna por las redes sociales, ni así se dan cuenta de lo famosa y multimillonaria que es.

Por eso, cuando Hanna pide dos botellas de treinta y un mil con cuatrocientos rublos rusos, me miran asombrados. Para nosotros los mortales, los que sabemos cuánto cuesta ganar eso, (o incluso unos ganan eso al mes como Salazar), gastarlo en dos botellas de vino blanco sin ser una ocasión especial, sorprende, y claro, esto es Rusia.

Creen que yo soy el que es endemoniadamente rico.

Y Katrina lo confirma cuando me lo pregunta.

Claro que lo tomamos como broma y todos reímos. No es bien visto hablar de trabajos ni dinero en la mesa.

La comida llega y me molesta un poco que miren a Hanna cada vez que toma una pieza de sushi con los palillos y lo lleve a su boca. Asumen que porque vive en Estados Unidos, es ignorante y estúpida, vamos, el complejo de la rubia tonta.

Pero Hanna es alemana.

— Si quieren servirse del vino que pedí háganlo, por algo pedí dos botellas. — Hanna limpia sus labios con suaves toques de su servilleta y señala las botellas dentro de las cubetas al medio de la mesa.

Nadie había querido tocarlas hasta el momento.

Suspiro incomodo por las actitudes de mis amigos y tomo una botella sirviéndome y rellenando la copa de Hanna, Ezzia me mira con duda y hace lo mismo con la otra botella pidiéndole a los demás que le entreguen sus copas.

No puedo evitar compararlos con los ROMERS, ellos hubiesen celebrado la acción de Hanna e incluso le pedirían que no fuera tacaña y exigiera una más cara. No, no son aprovechadores, solo conocen a la rubia y saben que se pudre en dinero. ¿Qué importa que compre una botella de dos mil dólares cuando para ella son como dos centavos?

Los ROMERS son tan abiertos de mente, tan distintos a mis viejos amigos, que aunque no quiera admitirlo entiendo porque a Hanna no le agradan, de alguna forma, me rodee de los que mis padres creían eran buenas amistades para mí.

Katrina, una mujer que viene de una familia adinerada que si se fijaba en mi yo debía hacer lo mismo para asegurarme de manejar lo que ella reciba cuando mueran sus padres.

Salazar, antes de que la empresa de su padre fuera a la quiebra, era alguien que podía ayudar en la empresa de papá siendo un inversionista.

Vladimir, lo conozco del preescolar y nos hicimos amigos por ser igual de hiperactivos. A medida que crecíamos éramos como hermanos. Solo ahora me doy cuenta de lo machista que es.

Y Niko, fue divertido pasar tiempo con él en la universidad, hacía que fuera más llevadero estudiar una carrera que no quería. Solo que ahora... es distinto.

¿Todos cambiaron en estos meses que estuve fuera de Rusia, o siempre fueron así solo que nunca antes lo había notado?

No puedo aceptar que fue la segunda, sé que todos los buenos recuerdos que tengo de mis amigos fueron reales, sin embargo cada vez que se burlan o tratan de humillar a Hanna por venir de Estados Unidos, los desconozco.

¿Yo era igual?

La noche se acerca y nosotros seguimos en el restaurante bebiendo del vino que pidió Hanna y comiendo apetitivos. Charlamos sobre nuestras familias y todos hablan bien de sus padres, cosa que nos obliga a Hanna y a mí a beber nuestras copas de un solo trago.

Buscando el Paraiso (+21)Where stories live. Discover now