CAPÍTULO 2

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Había llegado el domingo. Podía descansar has tarde, no tenia absolutamente nada con relación al trabajo, así que podía tomarse la libertad de hacerlo, pero no lo hizo. Se levanto temprano para ir a la casa de su amiga. Le había prometido que cada fin de semana verificaría su casa, que todo estuviera en orden.

 Al llegar, verifico habitación por habitación. La casa era hermosa y contaba con 5 cuartos, de tamaño medio. Dos de ellos tenían su cuarto de baño propio. Un cuarto de baño para la visita y el familiar. En la zona en la que vivía su amiga, no era mala, pero de ves en cuando tenían situaciones de vecinos reportando a la policía de un robo. Es por eso, que su amiga le había pedido que mientras ella estuviera de viaje, pasara por su casa. Una ves todo en orden, regreso a su apartamento.

Removió su abrigo al cerrar la puerta detrás de ella. Tomo siento en su mueble, el único mueble en su apartamento. Encendió la televisión y allí permaneció toda la mañana. Miro el reloj de su móvil, una ves sintió que estaba aburrida de la programación nefasta que trasmitía su antena de cable. No tenía la última tecnología, pero al menos, la antena que tenia, dejaba ver algunos 15 canales.

—¿Qué? — Le preguntó a su gata, quién se acostaba sobre su pecho para que la acariciaran. —¿También estas aburrida como mami? — La pobre empieza a maullar. —Es aburrido estar encerradas aquí, lo sé mi Reina, pero discúlpame, no podemos salir. Hace mucho frío y no te gusta el frío.

Bajó la gata al suelo, una ves decidió comer algo. Abrió la alacena y se percató que lo único que le quedaba allí adentro, era un paquete de fideos. No tenia más. Tenia que hacer una pequeña compra para la semana. Estar en casa encerrada durante 4 días, era demasiado. Al menos en la empresa podía comer en la cafetería con las boletas que la empresa les proporcionaba a todos sus empleados cada semana. Desde desayuno hasta la cena, si tenían turnos nocturnos, pero muy rara la ves ella tenia esos turnos. Mayormente su turno era fijo, 7:30 de la mañana a 4:30 de la tarde. No le quedo más remedio que comer lo que tenia a la mano y luego salir al mercado.

Comía sus fideos con una pechuga de pollo que encontró entre las bolsas de vegetales congelados que estaban dentro del congelador. Estaban deliciosas y para el frío que estaba haciendo, estaba perfecto. Tomo todo el caldo de su sopa de fideos y pechuga de pollo, cuando su móvil comenzó a sonar. En ese momento pensó en dos personas: en su amiga o su jefe; pero se había equivocado. No eran ninguno de los dos.

Tras sonar unas 4 veces, decidió tomar la llamada de un número totalmente desconocido.

—¿Bueno? — se quedó unos segundos en silencio, esperando que alguien respondiera, pero no fue así. Nadie respondió. —¿Hay alguien ahí? — pregunto, pero otra ves el abundo el silencio. —Responda, ¿hay alguien ahí? — volvió a preguntar por segunda ves, pero nadie habló. Al verse ya inquieta con esa llamada extraña, que mas bien parecía una broma de mal gusto. Decidió hablarle a la persona que estaba detrás de la linea. —¡Oiga! Si llama, al menos tenga la educación de responder. No sea mal educado o mal educada, quien sea que sea. Hacer estas llamadas silenciosas no es gracioso. Respete. Que tenga linda tarde, y déjese de bromas. No es para nada gracioso.

Finalizo la llamado y dejo caer el móvil en su mesa.

*****

HyoRi entraba al mercado por algunas cosas, entre ellas la comida de su Reina. Odiaba cuando llegaba esa semana del mes, donde casi no le daba el dinero para la comida de la semana. Aveces se preguntaba, cómo su abuela podía alimentar tres bocas con tan poco dinero. Sabia que era difícil para ella, lo decía siempre, pero de algo estaba agradecida. Nunca le faltó un plato de comida y muchos menos ropa. Su abuela siempre fue una mujer positiva. El único momento en el que la vio desvanecerse, fue cuando su tío falleció en un accidente automovilístico. Fueron los cuatro meses más duros de su vida. HyoRi tenia apenas 14 años cuando eso sucedió, y verla de aquella manera, le pego muy fuerte. HyoRi aprendió a sonreírle a la vida, aunque la tratase mal. Aprendió a sonreírle a las adversidades, así como su abuela lo hacia. Su sonrisa le quitaba peso a sus problemas. Por eso y mas, admiraba la gran mujer que era. Si ella tuviera la oportunidad de volver a tenerle de frente, la abrazaría y le diría: "Gracias, mamá". Ella no era solo su abuela, era su mamá.

La Secretaria (Lee DongHae)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora