Aquello no me lo esperaba. Me obligué a mirarlo a la cara para contestarle.

—No, claro que no, ¿por qué? —repuse con incredulidad.

Me soltó la mano y apartó la mirada de mi rostro, frustrado. Deseé volver a estar en contacto con él, pero opté por quedarme quieta.

—Ronnie no se ha olvidado de lo de las carreras —me informó y entonces comencé a comprender de qué iba todo aquello—. Quiere vengarse y no dudará en hacerte daño si te vuelve a ver —agregó clavando sus ojos azules en los míos.

Aquello me dejó descolocada por un instante.

—¿Ha sido él el que te ha dado esta paliza? —le pregunté maldiciendo en mi interior a aquel desgraciado.

—Él y sus tres amigos —me confesó.

—¡Dios mío, Nick! —dije sintiendo una presión extraña en el pecho y abriendo los ojos por el horror. Mis manos subieron inconscientemente hacia su rostro, examinando sus heridas—. ¿Cuatro contra uno?

Noté cómo se tensaba bajo mi contacto, pero luego se relajó. Mis dedos apenas le rozaron las heridas pero sí que dejé que se deslizasen por sus mejillas, sintiendo bajo mis yemas la piel áspera y sin afeitar que le daba aquel aspecto tan temible y sexi al mismo tiempo.

—¿Te preocupas por mí, Pecas? —me preguntó en tono burlón pero lo ignoré al ver que rozaba su herida y él hacía una mueca. Subió sus manos y me cogió las mías entre las suyas. —Estoy bien—agregó y vi cómo sus ojos recorrían mi rostro involuntariamente.

—Tienes que denunciarlos —dije entonces apartándome al sentirme incómoda con su mirada.

Me alejé de él y fui hacia la nevera. Cogí el primer paquete congelado que había allí y volví a acercarme. Hizo una mueca cuando le coloqué el paquete en el ojo.

—A esos tíos no se les denuncia, pero eso no es lo que importa —expuso cogiendo el paquete y quitándoselo de la cara para poder mirarme con ambos ojos—. Noah, a partir de ahora y hasta que las cosas no se tranquilicen un poco, no quiero que vayas sola a ningún sitio, ¿me oyes? —me advirtió en tono de hermano mayor.

Me aparté mirándolo con incredulidad.

—Esa gente es peligrosa y la han tomado contigo... y conmigo, pero a mí me da igual recibir una paliza, y sé defenderme, a ti te comerán viva si te encuentran sola e indefensa.

—Nicholas, no me van a hacer nada, no se van a meter en problemas porque haya herido el orgullo de ese gilipollas —le contesté ignorando la mirada amenazadora que me lanzó.

—Hasta que no se haya solucionado no te voy a quitar los ojos de en- cima, ya puedes ponerte como te dé la gana —me soltó entonces.

Culpa mía © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora