Tenía tanto que reclamarle, pero carecía de voz. Era demasiado tarde para intentar enmendar sus errores. No se podía arrepentir ni mostrar debilidad. Era la lección que aprendió de por vida. Sería fuerte, más fuerte que nadie y buscaría vengarse.

Bracco encabezaba su lista y ambos estaban de acuerdo con ello. Pero Trevor sería el siguiente. Miró a su jefe directo a los ojos, algo que en tiempo pasado le revolvía las entrañas de la emoción.

Trevor arqueó los labios apenas en una mueca. No necesitaban palabras para entenderse. Trevor estaría esperando por él. Cuando llegara el momento, tendría la cabeza del Trébol separada del resto de su cuerpo.

***

Tomó un baño apurado, más por costumbre que por pudor. En otro momento podría disfrutar del agua tibia y el suave aroma a jabón. No podía darse ese lujo, de hacerlo, sus propios pensamientos lo alcanzarían. Dominick trataba de evadirlos y concentrarse en quedar bien limpio.

El encuentro con aquel sujeto fue algo que casi pensaría que fue producto de su imaginación. Si no fuera porque el trébol de cuatro hojas que dejó sobre el lavadero creería que lo soñó.

Dominick salió de la ducha y envuelto en una toalla se encontró con el espejo empañado. Al pasarle la palma encima se encontró con su propio rostro. El cabello le creció tanto que ya le tocaba los hombros y casi le cubrían los ojos. Lo usaría para tapar los hematomas sobre sus mejillas y frente.

Todavía dolían y recién lo notaba. Aprendió a no prestarles demasiada atención. No eran la gran cosa, pensó.

Al regresar a la habitación envuelto en la toalla que le dio Chris, se detuvo a contemplar los garabatos que dejó en la pared. ¿Cuándo sucedió? Preguntó su mente con suma inocencia. De pronto sentía que soñaba y quizá no podría regresar a la realidad.

La música que sonaba para si mismo, se encontraba plasmada sobre toda la pared y hasta en el suelo. El recuerdo nebuloso de su mano pintando el muro, parecía ser parte de algún sueño lejano.

Si es que estoy soñando...

Iba a ser tan duro despertar. Casi se convencía de que todo era parte de un sueño extraño del cual saldría en cualquier momento, para caer de nuevo en su realidad. De ese mundo real al que odiaba tener que regresar, lo único bueno era Anelka.

Y su violín.

Anelka le prepararía avena si se lo pedía. Le pondría un poco de azúcar, canela y leche. A Dominick, el estómago le recordó lo hambriento que se encontraba.

Acordarse de la anciana dolía.

No iba a volver a su lado. Lo mejor era que se marchara lejos y por su cuenta. Debió hacerlo hacía mucho tiempo, antes de enredar a la anciana en sus problemas. June ya era una mujer adulta y podía cuidarse sola. Ella estaría bien, donde fuera que estuviera. Anelka tal vez lo perdonaría algún día por irse sin decirle a dónde.

Justo cuando decidió cambiar su vida y dejar de decepcionar a Anelka.

Desechó esos pensamientos mientras se colocaba la camiseta. La ventana que daba a la calle estaba cubierta de escarcha. Al acercarse encontró la ciudad cubierta de nieve fresca. Era tiempo de regresar a la realidad. No podía quedarse encerrado el resto de su vida en ese pequeño espacio.

Un ruido en la puerta hizo que buscara donde esconderse. Todavía no acababa de vestirse, así que tendría que huir en paños menores. Nunca fue bueno escondiéndose, tampoco tuvo los mejores lugares para hacerlo. Se maldijo a si mismo pensando que la única salida era escapar por la ventana que daba a la calle.

Rapsodia entre el cielo y el infiernoTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang