Capítulo 17: Hechizado en cuerpo y alma

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—No me digas que viniste a reclamarme por eso.

—No, solo quería saber cómo estabas.

—Me cuesta decir que estoy bien, pero no creo que la cosa amerite un «esto es una mierda, quiero huir de casa». —Ella apretó los labios intentando formar una sonrisa—. Te ayudo con lo de fingir que somos pareja, pero eso no quiere decir que me voy a tomar el papel tan en serio y olvidarme de mis necesidades.

—Entonces, ¿cómo te has sentido? —Fijé mi atención en ella, en sus ojos verdes que ya no brillaban tanto—. Se supone que somos mejores amigos, y si te he dicho lo que pasa con Charly, lo justo sería saber qué sucede contigo.

—Si te lo cuento, ¿prometes no enojarte? —preguntó con temor. Agachó la cabeza, dejando que una cortina de rulos dorados cubriera su rostro.

—No es como si me estuvieras traicionando; tú lo dijiste, solo estamos fingiendo. Y, en todo caso, yo también te he engañado con Charly, si nos ponemos a pensar bien las cosas.

—El problema no es el qué, es el quién. Verás... —Mordió su labio inferior—. Esa madrugada en mi fiesta, después de que te marcharas, alguien me ayudó a subir a la habitación, y estaba tan borracha que le conté cómo me sentía y, ya sabes, me puse a llorar. Él intentó consolarme, y yo tuve un impulso y lo besé. Al principio él se asustó porque es tu amigo y cree que somos pareja, así que solo me dejó y ya.

—¿Es amigo mío? —pregunté, impresionado.

Asintió con la cabeza. Eso reducía a los prospectos detrás de Ashley a dos, ya que ella era más que consciente de que solo consideraba a Tony y a Archie como amigos.

—En vacaciones me lo encontré en la pizzería —retomó; su voz se volvió trémula—. Luego quedamos de vernos en su casa y sabía lo que podría suceder, así que le pedí los condones a Charly.

—Y pasó —concluí.

—No todo, pero sí algunas cosas y... Tú me entiendes.

La primera vez que Ashley me contó una experiencia de ese tipo fue cuando teníamos quince años. Me lo platicó como algo menos que emocionante y más desastroso que cocinar un pastel a ciegas. Fue con un chico de último año de bachillerato con el que llevaba tres meses saliendo. La relación no duró mucho, pero al poco tiempo ella consiguió a alguien más con quien empezar un noviazgo.

Ahora que lo pienso bien, Ashley nunca pasaba más de tres meses sin una pareja, ni duraba más de seis con una. No era fanática del sexo casual —solo quiso ayudarme porque éramos mejores amigos—, pero siempre buscaba quien la sacara cada fin de semana de la casa que tanto la hacía desesperar.

—¿Archie o Tony? —Lancé la pregunta que haría arder todo.

—Archibald —musitó con pena—. Él se avergüenza de lo que pasó, pero dice que quiere estar conmigo y más chorradas que suelen soltar los hombres con la intención de endulzarme los oídos.

Me apreté el tabique de la nariz y bajé la cabeza. No me enfadé, pero sí me quedé con una sensación extraña en el pecho. ¿Cómo debía actuar?, ¿fingir que no lo sé?, ¿enfrentarlo con el objetivo de darle realismo a esta obra?

—Eso explica por qué no respondió ninguno de mis mensajes... —Resoplé con resignación—. ¿Y tú? ¿Quieres estar con él?

Ashley encogió los hombros. Con eso me decía todo lo que ya de por sí sabía: ella nunca veía a alguna de sus parejas como algo más que medios para salir de su realidad.

—Ya hablamos mucho sobre mí. —Sonrió con picardía—. Cuéntame, ¿por qué tú y Charles necesitan condones?

Mi rostro se puso tan colorado que creí que explotaría. Me mordí el interior de la mejilla y comencé a juguetear con mis dedos; necesitaba sanar la ansiedad que me causó su pregunta.

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