Chris se acomodó en la silla para ver mejor como Bracco se movía a una velocidad que no combinaba con lo metódico que su ser.

En realidad no podía culpar a ese pobre tonto. Kris le recordó mucho a sí mismo, cuando era un idiota que actuaba sin pensar.  Era muy sencillo subestimar a Bracco. Algunas canas se asomaban sobre sus sienes, así como algunas arrugas sobre su frente contaban la historia de sus años.  Su cuerpo no era atlético, a decir verdad se veía pesado más que corpulento.

Para su talla y volumen, Bracco se movía con demasiada destreza y velocidad. Siempre bromeaba y sonreía con sorna. Engañaría a cualquier incauto y Kris era su más reciente víctima.

No, pensó Chris. Era culpa de Kris por bajar la guardia de ese modo. Pensó que podía faltarle el respeto a uno de los perros grandes de Trevor y salir ileso.

Kris no supo que lo golpeó. De pronto estaba aplastado contra la pared, sus pies se separaron del suelo y Bracco lo sostenía de la garganta.

Ricky tuvo que dejar de trazar el dibujo a tatuar, sobre la piel de Chris. Se puso en alerta, pero en ningún momento tuvo intenciones de detener a Bracco o pedirle  que no destroce su estudio. Aparentemente el único quien no tenía capacidad de medir las consecuencias era Kris. Porque acababa de levantar el puño y pretendió escapar golpeando a Bracco en el rostro.

Tanto Chris como Ricky supieron de inmediato lo que vendría. Tal vez Ricky tendría que reconsiderar el pedirle a Bracco que tuviera cuidado con las piezas de arte colgadas en la pared. Bracco no perdió el tiempo y atrapó el puño que pretendía golpearlo con una mano sólo para estrujarlo como si se tratara de una bola de papel.

—¡Basta, Bracco!—Kris apenas pudo balbucear su pedido, aunque sabía que no tendría el menor resultado.

—¡Ah mierda! Eso tiene que doler—murmuró Ricky estremeciendose al escuchar el crujir de los huesos de Kris.

Al parecer  Bracco  le prestó más atención al comentario de Ricky que al pedido lastimero de Kirs. Si no lo conociera un poco, Chris pensaría que Bracco disfrutaba todo eso. Kris no podía escapar, no tenía como defenderse. Parecía un animal asustado a merced del carnicero. Bracco en cambio, carecía de una expresión en el rostro.

La mueca socarrona que siempre lo acompañaba había desaparecido desde que se levantó de esa silla. Soltó a Kris y lo dejó caer a sus pies, sin soltarle la mano. Un aullido de dolor escapó de la garganta lastimada de Kris, cuando Bracco le torció el brazo, sin soltarle el puño.

Chris tuvo que reconocer que esa expresión en Bracco le era terrorificamente familiar. La recordaba bien, porque la primera vez que la vio, fue cuando pensó que sería el último de sus días.

Recordaba a Bracco, porque desde que puso sus ojos sobre él, le llamó la atención. A diferencia de los demás hombres de confianza de Trevor, Bracco prefería mantenerse al margen de lo que sucediera. Como una sombra que se cierne perniciosa donde nadie la ve y su presencia casi pasa desapercibida.

Podía recordar bien el rostro de Bracco, con esa misma expresión vacía, imposible de leer, confundido entre los demás hombres de Trevor. En esa oportunidad uno a uno los miembros de su pandilla murieron en manos del Trébol.  Mientras el resto del grupo disfrutaba animado de la carnicería, Bracco era el único quien se mostraba indiferente a lo que sucedía frente a sus ojos. 

Rapsodia entre el cielo y el infiernoWhere stories live. Discover now