Capítulo 20

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NICK

Estaba cabreado, más que eso... no sabía cómo estaba porque nunca me había sentido así en toda mi vida. Ni siquiera entendía cómo había dejado que Noah me dijera lo que debía o no debía hacer; aunque con ello pudiese estar con ella de la forma que deseaba... Que cada célula de mi cuerpo se encendiera nada más verla no era motivo suficiente para que yo aceptara ayudarla en aquella ridícula farsa para que pudiese zafarse de su novio. Ha- cía tiempo que había superado las tonterías de instituto y, siendo sinceros, las cosas podían solucionarse de una manera mucho más rápida y eficaz: partiéndole las piernas a ese gilipollas y echándolo de mi casa, por ejemplo; Noah tendría lo que quería y yo me quedaría de lo más a gusto.

Me metí en mi coche, cerré de un portazo y no me detuve a pensar en que estaba dejando a Noah a solas con ese imbécil en casa. Después de haberla visto no creía que nada pudiese ocurrir entre ellos y al ver cómo me sentía tan solo de imaginármelos juntos hizo que pisara el acelerador con fuerza y me marchara lo más lejos de lo que, si no tenía cuidado, se convertiría en mi propia y martirizante prisión.

Desde que nos habíamos enrollado todo había cambiado. Aquella irritación que sentíamos el uno hacia el otro había pasado a convertirse en un deseo irrefrenable que me ponía a mí en una situación de lo más complicada. No sabía lo que quería, pero estaba seguro que empezar cualquier tipo de relación con Noah no era lo que le convenía a alguien como yo. Ya lo había comprobado: Noah tenía madera de novia, y mi relación con las mujeres nunca había sido monógama, me gustaba la variedad, y huía del compromiso con todas mis fuerzas. Ninguna mujer se merecía más atención de la que yo estuviese dispuesto a darle y nunca dejaría que ninguna tuviese ningún control sobre mí o mis decisiones. Yo hacía lo que quería y con quien quería. Noah Morgan me atraía más que ninguna otra chica, tenía que admitirlo, la deseaba con tanta fuerza que me dolía permanecer alejado de ella; mi mente tenía tantas fantasías creadas a su alrededor que cuando estaba con ella perdía el hilo de mis pensamientos y dejaba que mi cuerpo dirigiese mis movimientos. Con Noah era todo diferente y por eso mismo tenía que andarme con cuidado.

Aparqué el coche cuando llegué a la casa de Anna. Cogí el móvil y mar- qué el número.

—Estoy fuera —le anuncié cuando la voz de Anna sonó al otro lado de la línea. Ya eran las once de la noche y unos dos minutos después ella salió de su casa y vino hacia mi coche con una sonrisa que prometía muchas cosas.

Bajé la ventanilla al ver que no abría la puerta para montarse.

—Mis padres no están, ¿quieres entrar? —me preguntó con una sonrisa cálida y sexi.

No lo dudé, y cuando me bajé del coche, vino a mi encuentro. Antes de que pudiera decir nada ya había pegado sus labios a los míos. Siempre llevaba un pintalabios con algún sabor característico y nunca me había disgustado... hasta ese día. Me aparté de ella y entramos a la casa.

—Hacía mucho que no venías —me comentó un momento después y noté su mirada clavada en mi rostro.

—He estado muy liado —le contesté un poco cortante. No podía quitarme de la cabeza que Noah estaba durmiendo en el mismo pasillo que su ex.

Culpa mía © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora