85 - Nuestros Caminos

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Uno de los amores más dulces, como solían decir unas chicas de mi colegio, era el de los amigos de toda la vida. Ambos, compartiendo sus días como amigos, y de repente, sus corazones revelaban un amor mutuo en una confesión inesperada para todos. Ante tal suceso, los amigos de ambos los aceptarían con grandes sonrisas y un: "Sabíamos que ustedes saldrían juntos". Todo tan perfecto. Pero...

Mi mejor amigo Max dijo que me quería...

"Pero somos chicos", pensé. "Nadie nos mirará con felicidad si empezábamos a salir, al contrario, me odiarán y podrían odiar a Max." Tenía que ser claro con ambos para detener cualquier confusión con respecto a los sentimientos confusos que nos estaban poniendo en aprietos.

—He pensado mucho, Max —le dije cerrando la puerta de mi habitación para que nadie pudiera escuchar la conversación con mi mejor amigo Max—, pensé en mis padres, en Cristal, en lo que no deberíamos hacer.

—Por qué piensas en ellos, no debes, solo piensa en ti y en mí. Todo lo demás es innecesario, no debe importante.

—Sí importa, porque no es correcto. Max, date cuenta por favor, estaría mal. Qué pasaría si papá se enterara. Seguro me odiaría, él nunca lo aprobaría; mamá se sentiría muy decepcionada y nuestros amigos... Cristal...

—Ellos no interesan —dijo Max acercándose demasiado hasta acorralarme contra la puerta—. Soy el único que debe interesarle a Caramel, nadie más.

Max pegó su frente con la mía y agarró mis mejillas con sus manos. No supe cómo reaccionar, ya que no pude alejarme aunque quise hacerlo.

—Termina con Cristal y elígeme, Caramel —susurró muy despacio haciéndome sentir su aliento—. Quiero que me demuestres que soy más importante que ella.

Sentí que la firmeza de mi voz se iba a quebrar si permanecía tan cerca a su lado. Respiré tranquilamente, tratando de mantener el ritmo regular para no verme débil frente a sus acciones perturbadoras.

—No, Max, no lo repitas, sabes que no terminaré con Cristal.

—Pero por qué, si solo sales con ella por lastima.

—No digas eso, Max —le reproché.

—Es que es incomprensible esa fidelidad por ella si tú no la quieres, porque a quien quieres es a mí...

—Te quiero —lo interrumpí alejándome de Max, porque poco a poco, mientras hablaba, él recortaba el espacio que nos separaba—, pero no de esa manera.

—Deja de hacerte el difícil conmigo.

Nuestra conversación era seria, pero la situación se mostraba extraña por un mal remedo del clásico juego de "Las chapadas". Max intentaba acercarse sutilmente para acortar la distancia, pero no lo lograba, porque de igual manera, yo me alejaba disimuladamente. Creí que la sutileza de ese acercamiento fallido se mantendría constante, pero Max logró acorralarme nuevamente.

—Somos amigos, no está bien, siempre lo dijiste Max...

— Qué importa eso —me interrumpió—. Haz hecho que me enamore, Caramel...

—No...

—Sí, Caramel, porque siempre estás muy pendiente de mí. No te gusta que salga con chicas, lo noté; siempre te molestas cuando te cuento de mi nueva novia. Tienes la culpa que ninguna me guste y que solo piense en ti cuando las abrazo y beso, por eso no puedo evitar odiarlas cuando me doy cuenta que no es mi Caramel.

Lo hice, era verdad, era consiente que había desaprobado a todas ellas con mi indiferencia. Muchas trataron de ganarse mi amistad tan solo por ser su mejor amigo y con eso fortalecer de alguna manera la relación que tenían con Max. A pesar de que mi amigo salió en muchas ocasiones con chicas agradables, nunca fui amable, más bien siempre me mostré cortante.

—Lo siento —dije sin mirarlo, pero él agarró mi rostro con sus manos para que lo mirará—, ya no lo haré, Max, seré amable cuando salgas con tu novia y le sonreiré cuando me hable. Me disculpo contigo si te molestó que no fuera amable, porque no soy nadie para ignorarlas con mi actitud.

—No lo digas a la ligera, Caramel, siempre te has muerto de celos. Si mañana me vez con una chica te seguirás muriendo de celos, porque estás enamorado de mí, por eso debes elegirme.

—Ya tengo a Cristal —Mi interior tembló—. Seguiré saliendo con ella y tú sal con una chica que te guste. No sé qué pasará en unos años, pero seamos felices, Max.

—Caramel...

—No podré mirarte más, Max —me cubrí el rostro con las manos—, sí sigues no podré verte de la misma manera porque me estas lastimando. No es fácil escuchar decir que yo te gusto y mañana continuar como si no hubiera pasado nada. Lo echaste a perder, Max.

Pensé que era lo mejor...

Max me dejó libré y se alejó un poco. A fuera del cuarto, en el pasillo del segundo piso, se escucharon unos pasos y después un golpe en la puerta de mi habitación. Ya era tarde, por eso mi mamá había subido para avisarle a Max tenía que regresar a casa.

— ¿Quieres jugar, Caramel? —me dijo acercándose a la puerta para irse—. Haré lo que quieres. Saldré con una chica y me quedaré con ella por siempre, solo para que seas feliz. Quizá cuando nos demos cuenta ya no haya vuelta atrás como para los arrepentimientos.

Debí sentir alivio, pero no pude. No le respondí porque algo muy dentro me dijo que si habría la boca iba a arrepentirme y echaría a perder la firmeza de la correcta decisión que traté de mantener. Él se mantuvo de pie agarrando la perilla de la puerta, quizá para darme tiempo de arrepentirme, pero no reaccioné como quiso. Solo cuando Max estuvo a punto de salir, un fuerte dolor me empujó unos pasos hacía él.

—Max —lo llamé dirigiéndome hacia mi cama donde habían varios regalos de cumpleaños, entre ellos, uno hermosamente adornado con una fina cinta blanca—, para tu novia, dáselo —me acerqué a él.

—Lo compré para mi Caramel. Es mi regalo para ti, el único a quien amo.

Sus brillantes ojos azules me paralizaron y no me dejaron reaccionar a pesar de sentir el roce tan suave de sus labios con los míos. El regalo casi se me cae de las manos, pero él me regresó a la realidad cuando sentí sus palmas sobre las mías para ayudarme a que el obsequio no resbalase al suelo.

—Sigamos siendo amigos —me susurró muy despacio en el oído antes de salir. No pude evitar ponerme como un tomate por el tono tan sensual que me dejó escuchar.

Me recosté en la puerta pensando que no podría volver a ver a mi mejor amigo de la misma manera después de la conversación que tuvimos, pero me repetía reiteradamente que tenía que mantener nuestra amistad por el bien de ambos, aunque dentro me quemaba esa decisión. Teníamos un trato que cumplir para tratar de ser felices.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora