59 - Felicítame

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Papá solía preguntarme, durante el desayuno, cuándo le iba a presentar a mi novia. Él sabía que no tenía, pero hacía esos comentarios para motivarme porque papá quería que saliera con una chica. Él no era el único, ya que a veces mis amigos se comportaban como mi padre cuando me decían que ya era hora de que tuviera novia, que era el único sin una y que iban a pensar que mis intereses eran anormales si no conseguía una pronto. Todos esos comentarios no me importaban para nada.

Seguro pensaron que todas sus insinuaciones habían surtido efecto cuando se enteraron que salia con Cristal, una amiga del colegio. "Qué importa que no sea la más bonita del colegio, igual es una chica", me habían dicho algunos de mis compañeros cuando les dije que estaba saliendo con ella. La actitud de todos ellos, sus molestias innecesarias, sus maneras inmaduras de pensar; habían disminuido conmigo. Para ellos estaba bien tener novia y también para todos los que me rodeaban.

Si todos estaban felices por mí, porque no podía estarlo mi mejor amigo Max, un chico que tenía experiencia con las chicas desde los días de la primaria. De todas maneras, antes de que se enterara, yo no quería que lo supiera porque sentía que lo estaba traicionando. Hasta entonces Max había sido el único para mí, ya que solo lo esperaba a él y mis pensamientos solo eran para él. Todo era él.

Pero Cristal era una chica, no un hombre. Amar a una mujer es lo correcto para todos.

Max se enteró de la manera que no deseé que sucediera, ya que me había escuchado comentándolo a su hermana. Me sorprendió verlo en la misma habitación cuando mencioné que salía con Cristal, amiga de ambos.

— ¿Acaso odias a cristal? —me preguntó cuándo fuimos a su habitación.

—No la odio. Por qué me dices eso. Cómo podría odiarla.

—Ustedes son amigos —me dijo muy serio—. Lo echaste a perder con ella.

—Max, no necesito que me digas eso.

—Solo quiero recordarte que si sales con una amiga lo arruinas, se complica, y por mucho que lo quieras, no volverán a ser amigos nunca más. Funciona de esa manera, es inevitable. Cristal y tú se van a odiar, dejaran de hablarse y después no te recordaras de ella ni ella de ti.

Max tenía mucha experiencia, por eso temí de sus palabras, de que estas fuesen ciertas. Sus enamoradas, quienes anteriormente habían sido sus amigas, quebraron toda relación de amistad con él. El fracaso sentimental había sido el causante. Era increíble ver como dos buenos amigos se ignoraban después de terminar mal como pareja. Max sabía de eso y mucho.

—Cuánto vas a durar con ella ¿Una, dos semanas? Aunque no creo que duren ni una semana porque ustedes son diferentes. Van a terminar rápido y después te buscarás otra novia y otra más. Te aburrirás de ellas hasta darte cuenta que las mujeres son un dolor de cabeza, que solo piensan en trivialidades y que todas son calcomanías repetidas.

—Qué dices, por qué tienes que decirme eso, no me agrada. Cristal es mi amiga y es una chica, es alguien con quien sí puedo salir, no como tú que sale con un...

Max sale con un hombre...

—Quiero hacer las cosas bien, Max —le dije sin mirarlo.

—Entonces haz las cosas bien, ve a hacer las cosas bien. Seguramente tu cristal te debe estar esperando para salir contigo. No la hagas esperar.

Sus palabras frías me lastimaron mucho. Mi interior meempezó a doler demasiado, tanto que no me dejaba respirar. Me dolía. Max y yo éramos iguales de alguna manera, pero yo no quería lastimar a Cristal porque ella no merecía ser menospreciada.

—Ve con tu novia y yo iré con el mío, aunque no te guste por ser hombre.

—Max, por qué...

—Sal con ella cuando quieras, haz las cosas bien como dices; y yo saldré con Ángel, el que tanto te incomoda por ser un chico como tú. Déjame hacer las cosas mal.

—Max...

—Ya hiciste lo que querías. Vete a buscar a tu novia, y después no vengas a decirme que yo tenía razón cuando termines con ella, porque seguramente estaré ocupado divirtiéndome con alguien más, así que mejor vete.

Su sonrisa tan fresca se había desvanecido, su rostro se mostraba duro y serio, como las veces que miraba a sus novias cuando estas le lloraban para que no las dejaran. Me era difícil aceptar su frialdad cuando me cruzaba con esas escenas de lágrimas. En ese momento, esa mirada y esa rudeza con la que hablaba, eran para mí. Mis pies se pusieron pesados, mi pecho me empezó a doler y mis ojos me comenzaron a arder demasiado. Me daba miedo salir de la habitación de Max y nunca poder regresar. Me asustaba mucho imaginarlo, y entre esos pensamientos, mis piernas se movieron hacia la puerta pese a no creer poder dar ni un solo paso.

—Voy a compartirte —lo escuché decir. El me abrazó desde atrás, lo cual me alivió. Mi estado de ánimo se restableció un poco al sentir sus brazos sobre mi cuerpo—. Algún día tenía que pasar, mi Caramel, te voy a compartir con una mujer.

—Yo lo hago— dije—, te comparto desde niños, pero ya no duele tanto, solo...

—Ella es buena. Espero no odiarla, aunque no tendría por qué evitarlo, ya que por su culpa te compartiré cada día.

Me volteé para poder verlo. Aunque me había calmado, aún era dificultoso respirar, ya que su cercanía ruborizaba mi piel. Ambos nos quedamos en silencio un rato.

—Felicítame por favor —dije al fin, tratando de obtener su aprobación.

—No —me respondió abrazándome muy fuerte.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora