49 - Era Especial

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No es normal que dos amigos se agarren de las manos, a menos que los dos sean chicas, ya que ellas se pueden dar esas libertades. Las chicas son dulces, alegres, muy expresivas entre ellas; se pueden abrazar sin problemas, se pueden tomar de las manos y también caminar tomadas del brazo. A ellas se les puede permitir todo eso porque son mujeres, pero no a los hombres. A ellos no se les ve nada bien.

Pero...mi mejor amigo Max siempre me agarraba las manos...

Max tenía la costumbre de agarrarme las manos desde que éramos muy pequeños, como dos hermanitos. No me incomodaba que lo hiciera, al contrario, me sentía muy especial. Cuando éramos pequeños yo me daba cuenta que él tenía muchos amiguitos en el jardín de niños, pero yo era el que estaba más tiempo a su lado, además, era el único a quien tomaba de las manos.

Al pasar los años su costumbre no disminuyó, por eso continué con su juego. De todas maneras entendimos que esa costumbre no era algo normal, así que solo se lo permitía cuando estábamos solos, como algo que compartíamos como mejores amigos. Las manos de Max se enlazaban con las mías como algo normal, pero al pasar los años me empezó a incomodarme un poco. En esos días quería decirle lo nervioso que me ponía el roce de sus manos, pero no se presentaba una oportunidad, hasta que un día fue inevitable.

Por las tardes, después de regresar del colegio y almorzar, mamá me dejaba dormir. Era una costumbre que a mi padre no le gustaba porque consideraba que era una pérdida de tiempo, pero mamá me dejaba descansar sin hacerle ningún comentario a mi padre cuando regresaba del trabajo. Mamá era ama de casa. Ella siempre estaba pendiente de todos los deberes que se tenían que hacer en el hogar, por eso ella estaba atenta cuando Max tocaba la puerta de mi casa para visitarme. Ella lo dejaba entrar aun cuando yo dormía.

Mi sueño no fue el más profundo de todos aquella tarde. Yo dormía, pero pude sentir que alguien agarraba mis manos y enlazaba sus dedos con los míos. Era una confusión entre el sueño y la realidad, aun así, supe que el que estaba a mi lado era Max. Mi sueño se desvaneció lentamente hasta estar consciente de lo que sucedía. Decidí permanecer quieto, así que fingí que continuaba durmiendo.

—Que bonitas manos tiene Caramel —lo escuché susurrar—. Tus dedos son largos, delgados. Tienes bonitas uñas, me gustan mucho, me gustas.

No había sido la primera vez que fingí dormir. Cuando Max entraba a mi cuarto y me encontraba durmiendo, tenía la costumbre de sentarse en el escritorio donde estaba mi portátil a espaldas de mi cama. Se distraía en internet hasta que yo despertaba. En medio de mi fingir, mientras él miraba la pantalla de la portátil, yo me quedaba mirando su espalda. Me gustaba hacerlo, aunque lo sentía distante, y una tristeza hacía que me doliera el pecho. En ese fingir a veces Max se sentaba en la cama y se quedaba mirándome. Podía sentir su mirada clavada en mí, aunque tenía los ojos cerrados. Sus manos a veces me revoloteaban los cabellos, me tocaban el rostro y mis manos. Max me hacía sentir especial, pero...

—Los hombres no se pueden tomar de las manos —le dije dejando de fingir.

El me miró fijamente, pero no soltó mis manos. Tampoco creí que lo haría, ya que él incluso tenía la costumbre de agarrármelas cuando estaba despierto.

—Lo sé, pero qué ¿No te gusta?

—...Ahora que somos grandes es un poco...

— ¿Te molesta?

—No es molesto, más bien es muy vergonzoso.

—Para mí no, por eso voy a seguir haciéndolo, además, me gustan las manos de Caramel.

—En vez de decir eso deberías ir por tu novia Azul para agarrar sus manos de niña. Estoy seguro que a ella no le molesta, al contrario, debe sentirse muy feliz que le agarres las manos delante de todos porque ustedes dos sí pueden, en cambio conmigo no. Quiero decir que no debes agarrarme las manos porque no está bien.

—Tanto problema por eso. Me gusta agarrar estas manos, porque son las manos de Caramel, mi mejor amigo, a quien quiero mucho. Azul no es mi amiga. Ella solo...

—Es tu enamorada, así que sus manos no se comparan con la mías —lo interrumpí.

—Sabes que salgo con ella solo por curiosidad. Mis amigos son más importantes que las chicas.

Traté de separar mis manos de las suyas, pero él no lo permitió. Lo regañé con la mirada con la intensión de que entendiera, pero mis esfuerzos fueron en vano. En medio de esa situación él me sonrió amenazadoramente.

—Regrésame mis manos —exigí.

—No lo voy a hacer.

Max no solía agarrarme las manos delante de los amigos, pero esa regla se desvanecía cuando su personalidad superaba su razón y terminaba molestándome delante de nuestros amigos como algo muy común. En medio de la confianza, el alboroto y la chacota, todos sus disparates eran sobrellevados. Max continuó con esa costumbre a pesar de que me hacía sonrojar, pero era mi mejor amigo y me gustaba ser alguien especial para él.

Desde pequeño siempre me sentí muy especial, pero cuando tuvo su primera novia, Azul, dejé de serlo porque sus manos ya no solo tocaban las mías, sino también las de ella.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora